2 agosto, 2025 11:26 pm

DOLARIZACIÓN ENCUBIERTA: EL EXPERIMENTO DE MILEI PARA LA GENTE “QUEME LOS DÓLARES DEL COLCHÓN”

Detrás del relato de la “libertad monetaria” y la “competencia de monedas” que impulsa el presidente Javier Milei, avanza sin disimulo un proceso de dolarización encubierta que ya no se limita a los mercados financieros o a grandes operaciones de exportación, sino que apunta directamente al bolsillo del ciudadano común. El objetivo: que los argentinos comiencen a gastar sus ahorros en dólares para sostener artificialmente una economía en recesión y con circulación mínima de pesos.

El instrumento de esta estrategia será ARCA, la ex AFIP reconvertida en “agencia recaudadora” al servicio de un nuevo orden monetario. En las próximas semanas, se anunciarán medidas con incentivos especiales para fomentar el uso de dólares en transacciones cotidianas. El plan, en palabras de funcionarios del equipo económico, es “monetizar la economía sin generar inflación”. Pero detrás de ese eslogan, el Gobierno promueve un esquema que transferirá el costo de la crisis a la población, obligándola a liquidar los pocos ahorros que aún mantiene fuera del sistema.

Del ahorro a la sobrevida

La lógica oficial es clara: como habrá menos pesos en circulación —por superávit fiscal, ajuste y aspiradora de liquidez mediante deuda— los argentinos deberían empezar a utilizar los dólares que históricamente conservaron como refugio. No se trata de una propuesta neutra, sino de una admisión de que el Estado renuncia a su soberanía monetaria y deposita la remonetización del sistema económico en el bolsillo del ciudadano.

“Es como tener un recurso natural y no usarlo”, repiten en Economía, en alusión a los más de 350.000 millones de dólares que los argentinos poseen fuera del sistema, entre cajas de seguridad, cuentas offshore y billetes guardados en casas. Pero ese “recurso natural” no es del Estado: es la consecuencia de décadas de inestabilidad y desconfianza. Hoy se pretende usarlo no para reconstruir el crédito interno o proteger al ahorrista, sino para sostener un modelo sin ancla productiva ni plan de desarrollo nacional.

Deflación, fantasía y exclusión

El discurso oficial ya empieza a incorporar un concepto ausente en la historia económica argentina reciente: deflación. Lejos de ser una buena noticia, la deflación suele estar asociada en el mundo a estancamiento, caída de la demanda y destrucción de empleo. Pero para el oficialismo, es un síntoma de “éxito”: menos pesos, menos consumo, menos inflación. ¿Y los que no tienen dólares? Que se las arreglen.

La idea de una economía dolarizada “desde abajo” profundiza así la brecha entre sectores bancarizados y excluidos, entre quienes tienen acceso a moneda dura y quienes sobreviven en una informalidad cada vez más extensa. El nuevo modelo no solo es injusto: es inviable, porque parte de una ficción donde la confianza se impone por decreto y el poder adquisitivo se reconstruye a fuerza de fe en el mercado.

La trampa detrás del “crecimiento”

Mientras el ministro Caputo promete que “este año creceremos más que el 6%” y se prepara para lanzar una reforma impositiva regresiva, el mercado interno continúa paralizado. Las PyMEs no venden, los salarios están licuados y la industria opera con niveles de capacidad ociosa alarmantes. En ese contexto, usar los dólares para “dinamizar el consumo” equivale a usar el salvavidas como combustible: sirve para flotar un rato, pero después no queda nada.

Este proceso de dolarización forzada, sin ley, sin discusión parlamentaria, sin acuerdo político, equivale a una amputación silenciosa del rol del Estado en la economía. La moneda ya no será un instrumento de política pública, sino un producto más, al que se accede por privilegio. En lugar de fortalecer el peso y generar condiciones para una moneda estable, el gobierno opta por romper el contrato social y dejar que cada argentino resuelva su subsistencia con lo que tenga bajo el colchón.

¿Dolarización o estafa?

En nombre de la “estabilización”, Milei impulsa un experimento riesgoso, improvisado y socialmente regresivo. El uso forzado de dólares en transacciones comunes no es una modernización financiera: es una dolarización de facto disfrazada de incentivo. No hay respaldo productivo, ni programa de inclusión, ni horizonte sostenible. Lo que hay es una bomba de tiempo que, cuando estalle, volverá a encontrar al pueblo sin reservas, sin red y sin Estado.

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