Aldo Muñoz fue encontrado sin vida esta tarde en Caleta Olivia, cerca del acceso sur, al costado de la rotonda de La Restinga. No tenía heridas. No lo atropellaron. No lo golpearon. Lo mató el frío. Lo mató la calle.
Aunque aún no se ha encontrado su DNI, hay datos y testimonios que indicarían que se trata de Aldo Muñoz, un hombre oriundo de Rawson, en situación de calle, que solía refugiarse en un rancherío precario de la zona.
Vivía como podía. Algunos vecinos dicen haberlo visto anoche, tomando junto a otros en similares condiciones, quizás como una forma de entibiar el alma ante otra noche sin abrigo. Pero el cuerpo no resistió. Y el cuerpo apareció.
El parte oficial dirá que la causa de muerte se conocerá con la autopsia. Pero los que caminamos las calles sabemos que no se necesita un laboratorio para entender lo que pasó: Aldo murió por hipotermia, sí, pero también por abandono. Por desamparo. Por una sociedad que aprendió a convivir con la miseria como si fuera parte del paisaje.
Cada invierno que empieza es también una cuenta regresiva para los que viven al margen de todo. Y cada muerte como la de Aldo nos enfrenta a una pregunta incómoda: ¿cuántas personas más tienen que dormirse sin despertarse para que alguien haga algo?
Porque no basta con lamentar. No alcanza con conmovernos un rato. La calle no espera. El frío no perdona. Y la indiferencia, esa que abriga nuestras conciencias, sigue siendo el arma más silenciosa pero letal.
