Los bancos en alerta por el aumento de la mora en créditos a familias y empresas: un síntoma que revive viejas crisis y enciende luces amarillas en el sistema financiero.
En las últimas semanas, la preocupación empezó a colarse en los pasillos de las principales entidades financieras del país. Un indicador que parecía controlado desde hacía años volvió a hacerse presente: la morosidad en los préstamos al sector privado comenzó a subir y encendió la alarma en los bancos.
De acuerdo con los últimos datos del Banco Central, la mora total del crédito privado alcanzó en abril un 2,2 %, todavía por debajo de los promedios históricos, pero en una curva ascendente que inquieta a banqueros y analistas. Entre las familias, el atraso en el pago de préstamos trepó a 3,7 %, mientras que en el sector empresario alcanzó el 0,9 %. El segmento de préstamos personales ya registra una morosidad del 4,6 %, su nivel más alto en casi dos años; las tarjetas de crédito llegaron a 3,2 % y marcan otro pico desde fines de 2021.
“Volvió algo que no era tema”, resumió Gustavo Manríquez, CEO de Banco Supervielle, al describir el fenómeno de cheques rechazados y cuotas impagas que, durante la pandemia y los años posteriores, habían dejado de preocupar. Fabián Kon, gerente general del Banco Galicia, fue más técnico: explicó que la baja de la inflación hizo que el peso de las cuotas vuelva a sentirse con toda su magnitud, sin la licuación acelerada que producía la suba de precios.
El dato encendió la alerta porque ocurre justo cuando el crédito, tras años de caída, muestra signos de expansión. Según datos del sector, en el último año los préstamos al sector privado en pesos crecieron más del 78 % en términos reales, mientras que los créditos en dólares subieron 250 % desde niveles mínimos. El repunte muestra dinamismo económico, pero también deja expuesta la fragilidad de muchas familias que vuelven a endeudarse para sostener el consumo mientras los ingresos reales se recuperan de forma desigual.
En el mercado destacan que la cobertura de préstamos irrecuperables sigue siendo robusta: hoy las entidades mantienen provisiones por el 142 % de la cartera irregular, cuando el promedio histórico ronda el 129 %. Sin embargo, el dato no tranquiliza del todo: en un contexto de altas tasas de interés –que en algunos casos superan el 100 % de costo financiero total para tarjetas–, la deuda puede transformarse pronto en un lastre para los hogares de menores ingresos.
Economistas como Martín Kalos (EPyCA) y Claudio Caprarulo (Analytica) advierten que la presión sobre las familias no se explica solo por la inflación que cedió, sino por la persistente informalidad laboral y el rezago de los salarios frente al costo de vida. El riesgo, apuntan, es que se vuelva a reproducir el círculo de refinanciaciones eternas, con deudas que se trasladan de un plástico a otro, mientras crecen los intereses punitorios y se achica la capacidad de pago.
Por ahora, los bancos optan por reforzar el monitoreo de la mora. En muchos directorios ya es un tema de seguimiento semanal. Al mismo tiempo, la autoridad monetaria vigila los indicadores de liquidez y la solidez patrimonial de las entidades, que siguen bien capitalizadas.
La historia muestra que el crédito es uno de los motores del consumo y la inversión, pero también puede convertirse en un problema cuando la economía se desacelera o cuando los ingresos de las familias pierden poder de compra. La clave, dicen en el sector, será que el rebote de la mora no se convierta en tendencia y que el financiamiento acompañe una recuperación genuina de la capacidad de pago de la gente.
Mientras tanto, la vieja sombra de la morosidad vuelve a recorrer los pasillos de los bancos, recordando que, cuando se combina fragilidad económica con tasas elevadas, hasta lo que parecía un problema olvidado puede volver a escena.