Un llamado a la coherencia sindical y a la defensa real de los trabajadores
En Santa Cruz volvieron los bombos, las banderas, los comunicados en mayúscula y los paros prolongados en nombre de la dignidad salarial. Los principales sindicatos estatales reaparecieron con fuerza, convocando medidas que, a simple vista, parecen una reacción frente a una crisis que ya lleva años. Pero la pregunta que muchos santacruceños se hacen es simple: ¿por qué ahora sí y antes no?
Durante más de una década, mientras los sueldos se licuaban, las paritarias eran una formalidad y el ajuste se aplicaba con la complicidad del silencio, hubo poco o nada de esta euforia gremial.
Protestas intermitentes
La movilización aparece de forma repentina cuando el gobierno ya no es amigo. Cuando el signo político cambia, la lucha se reactiva. Pero cuando el ajuste venía desde adentro, el silencio era norma.
Silencios prolongados
En los años en que Santa Cruz lideraba los índices de inflación y atraso salarial en el sector público, no hubo este nivel de confrontación ni de exigencia gremial. El trabajador estatal estuvo solo.
Pérdida de confianza
Hoy muchos empleados públicos miran con recelo a quienes dicen representarlos. La militancia gremial partidaria se volvió un obstáculo: cuando el sindicato se transforma en apéndice de un partido, deja de ser herramienta de defensa para convertirse en un instrumento de poder.
Exigencia de coherencia
La defensa del salario y de la dignidad laboral debe ser una bandera permanente. No puede ondearse solo cuando conviene. La verdadera representación sindical no depende del color del gobierno, sino del compromiso con quienes sostienen el Estado todos los días.
Santa Cruz necesita una dirigencia gremial que no elija cuándo pelear, que no mida su voz según la conveniencia política, que no se esconda cuando el patrón es amigo. Porque los trabajadores merecen algo más que indignación selectiva: merecen coherencia, memoria y coraje. Siempre.