Pablo Grasso lidera el ranking nacional de intendentes con mayor imagen negativa. Con un 59,6 % de rechazo, según el informe de julio 2025 de CB Consultora, el jefe comunal de Río Gallegos se posiciona como el peor evaluado del país. Apenas un 37,1 % de los vecinos lo ve de forma positiva. Los números no mienten. Tampoco los vecinos.
Esta caída no es nueva ni repentina. Desde principios de año, Grasso viene en picada. En febrero conservaba alrededor de un 49 % de imagen positiva. En solo cinco meses, perdió más de 11 puntos. La gestión no resiste el archivo ni el termómetro de la calle.
GESTIÓN DE MAQUILLAJE, CIUDAD EN RUINAS
Mientras el intendente multiplica sus apariciones en actos, selfies y redes sociales, la ciudad se cae a pedazos. Las calles están destrozadas, los servicios colapsan, la recolección de residuos es errática, y las promesas de obras estratégicas siguen en estado de anuncio eterno.
El relato oficial habla de transformación, pero en los barrios se respira otra cosa: bronca, abandono y decepción.
DENUNCIAS, SILENCIOS Y AUTORITARISMO
A todo esto se suman las denuncias por malversación de fondos, contratos irregulares, obras fantasmas y pedidos de informes que nunca son respondidos por el Ejecutivo municipal. El Concejo Deliberante, muchas veces condicionado por una mayoría oficialista obediente, ha sido cómplice de ese silencio institucional.
OPI Santa Cruz denunció públicamente la persecución a periodistas, los aprietes encubiertos y la falta de transparencia. Por su parte, La Derecha Diario y otros medios reflejaron cómo el intendente ha utilizado su rol para posicionarse políticamente, mientras los problemas reales se multiplican.
UN INTENDENTE MÁS PENDIENTE DE LOS FLASHES QUE DE LAS CLOACAS
Mientras Río Gallegos se inunda, mientras los vecinos tapan con bolsas los rebalses cloacales, Grasso publica mensajes grandilocuentes sobre “la defensa de la Patria”, sobre “el odio que destruye al Estado” y acusa al Gobierno Nacional de todos los males.
Pero, ¿y lo que pasa en su propia ciudad? Silencio. Ausencia. Relato.
Hoy la imagen no se define por cuántas fotos saca el intendente con una pala en la mano. Se define por lo que pasa en la calle, y en la calle la gente no da más.
EL TIEMPO DE LA PACIENCIA TERMINÓ
Este no es un ataque político. Es un llamado a la realidad. Lo dicen los informes, lo reflejan los medios y lo grita la ciudadanía: la gestión de Pablo Grasso está agotada.
Río Gallegos no necesita más marketing. Necesita gobierno.
Porque cuando la ciudad se hunde en basura, abandono y desidia, lo único que queda claro es esto: no se gobierna con fotos ni con slogans.
Se gobierna con obras, con transparencia y con respuestas.
Y hoy, Pablo Grasso, no tiene ninguna.