2 agosto, 2025 10:51 am

Una postal fallida que expuso los límites del oportunismo político

Río Gallegos terminó dejando al descubierto una de las prácticas más cuestionadas de la política argentina: el uso de la cultura como herramienta proselitista.

Durante el cierre de la Fiesta Provincial del Frío, el intendente Pablo Grasso intentó capitalizar el show masivo de la banda Ke Personaje buscando una foto de campaña con el vocalista Emanuel Noir. Lo que pretendía ser un momento de lucimiento institucional terminó en una escena incómoda y bochornosa que rápidamente se volvió viral.

El jefe comunal subió al escenario con la intención de entregar un reconocimiento y sumarse al evento como protagonista. Sin embargo, fue el propio artista quien lo descolocó ante miles de personas con una serie de frases que marcaron un límite inesperado:

“¿Y lo que prometiste a la gente que todavía no estás haciendo?”, lanzó Noir. Acto seguido, aclaró: “Yo no tengo nada que ver con él” y cerró con ironía: “Esa campera no habla castellano”.

La reacción del público fue tan espontánea como el comentario. El momento que debía enmarcarse como parte de una estrategia comunicacional terminó exhibiendo el costado más torpe del oportunismo político: ese que irrumpe en espacios de disfrute colectivo para intentar capitalizar la emoción ajena con fines personales.

Lejos de sumar puntos en su imagen pública, Grasso quedó retratado en su afán por apropiarse de un evento que no le pertenecía, evidenciando una necesidad creciente de ciertos sectores de mostrarse vigentes, incluso a costa del ridículo o la incomodidad.

Este episodio no es aislado. Refleja una forma de hacer política que no mide consecuencias ni contextos. Que irrumpe, se impone y utiliza. Pero en esta ocasión, la jugada no salió como esperaba. Y en lugar de un aplauso, se llevó un llamado de atención.

Porque la cultura no es escenografía de campaña. No es utilería para redes ni excusa para el autobombo. Es identidad, expresión, arte y comunidad. Y quienes no la entienden así, tarde o temprano se enfrentan con lo más genuino: el rechazo de la gente y la autenticidad de los propios artistas.

El arte no se usa. Se respeta.

Y el respeto, en política, también es una forma de legitimidad.

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