Las recientes declaraciones del intendente Pablo Grasso, afirmando que “no hay que hacer más escuelas porque cada vez nacen menos chicos” y que “hay que volver a la provincia de antes, la productiva”, no solo reflejan una preocupante falta de criterio, sino también un profundo desprecio por las verdaderas necesidades del pueblo santacruceño.
Decir que no hacen falta más escuelas es negar la realidad: en Santa Cruz existen edificios que albergan hasta tres instituciones educativas y aun así no alcanzan a cubrir la demanda. Faltan espacios, faltan aulas, falta infraestructura. La educación no se mide únicamente por la tasa de natalidad: se mide por el compromiso con el futuro, y eso incluye mejorar lo que hay y construir lo que falta.
Además, cabe preguntarse: ¿a qué provincia quiere “volver” Pablo Grasso? ¿A la que el kirchnerismo dejó con escuelas sin calefacción, contratos tercerizados a cooperativas truchas y un sistema educativo devastado por años de abandono? ¿A la que crecía en empleo público mientras se achicaban la inversión y el trabajo genuino? ¿A la provincia donde se perdieron 15 años de clases por conflictos sin solución? No olvidemos que Grasso, desde el IDUV, era responsable de las obras escolares. ¿Y qué hizo?
Hablar de productividad mientras se defiende un modelo que generó dependencia estatal y desmanteló la educación pública es, como mínimo, una contradicción. Es burlarse de la gente. A no ser que Pablo Grasso haya bajado de un plato volador desde la estratósfera —algo que a veces parece, pero sabemos que no es posible—, debería saber que subestimar a los santacruceños no es el camino.
Hoy más que nunca, Santa Cruz necesita escuelas, formación y futuro. No marketing político ni frases vacías que insultan la inteligencia de todos.
