“Voy a dejar de usar insultos”: el anuncio sorprendente de Javier Milei y el cálculo estratégico detrás del silencio verbal.
Este martes 5 de agosto de 2025, Javier Milei sacudió el escenario político al prometer —en el evento de la Fundación Faro, en Puerto Madero— que dejará de lado los insultos en su discurso público. Fue una decisión inesperada que se produjo justo después de que La Nación revelara que en los últimos 100 días había pronunciado 611 agravios verbales, 57 de ellos con alusiones sexuales explícitas.
Un anuncio calculado
Según Milei, el objetivo no es moderarse por alivio político, sino confrontar lo que llamó “la dictadura de las formas”: un estilo de crítica centrado en la forma más que en el contenido. “Voy a dejar de usar insultos para ver si están en condiciones de discutir ideas… porque carecen del nivel intelectual suficiente”, afirmó . Esta promesa, recibida con aplausos por un público alineado con su gestión, incluyó además una comparación con Domingo Faustino Sarmiento, al que calificó como un “insultador serial” que transformó la educación argentina, reclamando que en su caso sería condenado por esas mismas formas.
Escalada verbal: cifras y metáforas
Un análisis de Chequeado documenta que entre diciembre de 2023 y febrero de 2025, Milei acumula al menos 1.051 insultos y descalificaciones —un promedio diario de 2,3 agravios—, dirigidos principalmente a opositores, periodistas y economistas críticos . La Nación reportó que en su primer año de gestión sumó más de 4.149 expresiones ofensivas, en medio de una escalada que incluyó metáforas altamente gráficas como “mandriles” o “culos rotos”, usadas como símbolos de sometimiento sexual entre sus adversarios.
Según analistas, este tipo de retórica funciona como una “droga política”: mientras más se repite, más exige intensidad para causar efecto —un proceso que, inevitablemente, tiende a agotarse.
¿Cambio de forma o de fondo?
Expertos en comunicación política interpretan esta promesa como parte de una reforma estratégica antes de la campaña electoral bonaerense del 7 de septiembre y las nacionales del 26 de octubre. Javier Correa, de la consultora Ad Hoc, advirtió que Milei busca desplazar el foco del estilo a la sustancia para consolidar su gestión.
El mundo académico señala que, desde diciembre de 2023, el estilo agresivo se diseñó como herramienta central de su marca personal, construyendo un relato mesiánico que apela a emociones intensas más que a coherencia ideológica.
Riesgos potenciales
1. Credibilidad: La coherencia institucional con esa promesa será clave. Si vuelve a su antiguo patrón de agresiones, el escepticismo crecerá.
2. Efectividad limitada: Aunque la agresividad ha movilizado a su base, a la sociedad más amplia —y especialmente a las mujeres y votantes moderados— el estilo agresivo les resulta repelente en un 60 % de los casos, según encuestas recientes.
3. Espacio adverso en medios: El desmantelamiento de medios públicos como Télam o Radio Nacional y los ataques a periodistas podrían dejarlo vulnerables frente a un crecimiento del repudio institucional y mediático.
La promesa de Milei de “dejar de usar insultos” podría leerse como un gesto de moderación auténtica o bien como una maniobra retórica refinada, orientada a reposicionarse ante escenarios políticos exigentes. Queda por verse si se trata de un cambio estratégico real o un nuevo simulacro discursivo para reafirmar su marca. En un sistema político que combina polarización, crisis económica y elecciones en puerta, la habilidad argumental será ahora su mayor desafío.