Miguel del Pla hizo del “sueldo de miseria” su bandera política. Pero, entre discursos y consignas, nunca explicó cómo, con ese ingreso “indigno”, pagó una universidad privada.
No se cuestiona el derecho a estudiar, sino la falta de coherencia. Si el sueldo no alcanza, como él repite, tampoco debería alcanzar para cuotas que superan el presupuesto de un trabajador promedio.
La indignación vende, pero la transparencia vale más.
¿Fue un sueldo de miseria o un eslogan para la tribuna?
Hoy, Miguel ya es abogado, y se presenta como defensor de los trabajadores. Rindió con un 10 la defensa de su trabajo final.



