En plena disputa del peronismo por la conformación de las listas de diputados nacionales, el intendente de Río Gallegos, Pablo Grasso, anunció su candidatura a gobernador.
Hasta hace pocas semanas, el jefe comunal estaba convencido de que tendría poder de decisión sobre las candidaturas nacionales. Sin embargo, desde Buenos Aires pareciera haber llegado un “baldazo de agua fría”: el respaldo que esperaba no apareció y, ante ese escenario, Grasso salió a marcar perfil propio.
En un movimiento que busca posicionarlo como el “más opositor” al gobierno provincial, lanzó críticas abiertas contra la gestión de Claudio Vidal, en un tono que más parece un manotazo político que una estrategia planificada.
Es claro que los sectores del kirchnerismo de la provincia todavía no asumen que perdieron el manejo real del poder. Siguen sin interpretar el verdadero escenario local y nacional, repitiendo un discurso que ya pocos creen y que huele a naftalina y gladiolo: pasado puro, ese que dejó Santa Cruz en ruinas y que parece no proyectar futuro ni renovación.
