En julio la inflación apenas se movió pese a la fuerte devaluación del peso. Expertos hablan de factores estacionales, políticas monetarias restrictivas y una demanda deprimida. Pero advierten que agosto podría mostrar la verdadera factura.
En julio de 2025, Argentina registró una inflación mensual del 1,9 % según datos oficiales del INDEC. La cifra, levemente superior a junio (1,6 %) y mayo (1,5 %), se mantuvo dentro del objetivo de contener la suba de precios por debajo del 2 %. Lo llamativo fue que, pese a una devaluación cercana al 14 % del peso frente al dólar, el traslado a los precios minoristas fue mucho menor al esperado.
Factores que explican la calma de julio
La primera razón señalada por economistas es la política monetaria. El Banco Central reaccionó con una fuerte absorción de pesos: subió tasas de interés, endureció encajes bancarios (del 20 % al 30 %) y colocó títulos de corto plazo para drenar liquidez. Estas medidas enfriaron la circulación de dinero y contuvieron la presión inflacionaria.
A eso se sumó la debilidad del consumo. Con ingresos que no acompañan la suba de precios y un clima de incertidumbre política, el mercado interno mostró menos capacidad de convalidar aumentos. “El traslado a precios fue limitado porque la demanda no los convalidaba”, apuntó un informe privado.
También hay un factor técnico: gran parte de la suba del dólar ocurrió en los últimos días de julio, por lo que su impacto pleno en los precios recién se verá reflejado en agosto.
Finalmente, se observaron efectos estacionales. Las vacaciones de invierno y el gasto en recreación y turismo empujaron rubros como “Recreación y cultura” (+4,8 %) o “Restaurantes y hoteles” (+2,8 %). Pero los alimentos, clave en la canasta básica, crecieron al mismo ritmo que el promedio (1,9 %), lo que contribuyó a la percepción de estabilidad.
¿Qué esperar de agosto?
El panorama de agosto abre más preguntas que certezas. El consenso entre consultoras es que la inflación se mantendrá cerca del 2 %, aunque con riesgos al alza. La suba cambiaria de fines de julio aún no se vio en góndolas y podría trasladarse en las próximas semanas.
El Gobierno apuesta a que el control monetario y la absorción de pesos sigan siendo anclas, mientras el Banco Central insiste en que la devaluación tendrá “impacto acotado”. Sin embargo, analistas privados advierten que la volatilidad del dólar sigue siendo una amenaza: después de tocar los $1.380 a fin de julio, la divisa retrocedió levemente a $1.310, pero las expectativas hacia fin de año superan los $1.500.
El trasfondo político y financiero
La calma de julio también se explica por un frente financiero relativamente ordenado. Moody’s mejoró la calificación soberana a “Caa1” y el Gobierno logró renovar deuda en pesos, lo que dio aire al mercado. Pero la cercanía de las elecciones legislativas de octubre reintroduce incertidumbre y acelera la dolarización de carteras.
Para muchos economistas, julio fue apenas una tregua. Si agosto muestra un traslado más fuerte a precios, la ilusión de estabilidad podría desvanecerse rápido. El interrogante es si se trató de un “milagro” de política económica o de una trampa de tiempo, que postergó costos que ahora deberán pagarse.