19 septiembre, 2025 9:43 am

EL CENTRISMO SACUDE A BOLIVIA: RODRIGO PAZ DIO LA SORPRESA Y DEFINIRÁ LA PRESIDENCIA ANTE JORGE QUIROGA

Bajada: En unas elecciones históricas, que ponen fin a dos décadas de hegemonía del Movimiento al Socialismo, el senador Rodrigo Paz se impuso en la primera vuelta y enfrentará en balotaje al expresidente Jorge “Tuto” Quiroga. La votación abre un nuevo ciclo político marcado por la crisis económica y el desencanto ciudadano.

Las elecciones presidenciales celebradas en Bolivia el 17 de agosto de 2025 marcaron un punto de inflexión en la historia reciente del país. Contra todos los pronósticos, el senador tarijeño Rodrigo Paz Pereira, de 55 años, alcanzó cerca del 32 % de los votos y se convirtió en el candidato más votado de la primera vuelta. Su rival en la segunda vuelta será el exmandatario Jorge “Tuto” Quiroga, que se ubicó en segundo lugar con aproximadamente el 27 %. Ninguno de los dos superó el umbral del 50 % ni alcanzó los diez puntos de diferencia exigidos por la ley, de modo que el futuro presidente se definirá en el balotaje del 19 de octubre.

El desenlace tuvo un componente de sorpresa que explica buena parte de la conmoción política. Paz había comenzado la campaña con apenas un 3 % de intención de voto en las encuestas. Sin embargo, su figura logró captar el descontento de sectores urbanos, la necesidad de renovación política y el desencanto con los partidos tradicionales. Su ascenso vertiginoso refleja el deseo de cambio de una ciudadanía agotada tras casi dos décadas de predominio del Movimiento al Socialismo (MAS), que quedó relegado a un papel marginal.

EL FIN DE UNA ERA

La gran derrotada de la jornada fue la fuerza fundada por Evo Morales. El MAS, que gobernó ininterrumpidamente desde 2006 bajo las presidencias de Morales y luego de Luis Arce, obtuvo apenas un 3 % de los votos con su candidato Eduardo del Castillo. Se trata de un derrumbe estrepitoso: de hegemonía absoluta a fuerza casi testimonial. El propio Morales, inhabilitado para competir y acosado por procesos judiciales, había llamado a votar en blanco o anular la boleta, estrategia que se tradujo en un inusual 19 % de votos nulos, muy por encima del promedio histórico. El gesto fue interpretado como un intento desesperado por preservar influencia política a través de la deslegitimación del proceso, pero terminó debilitando aún más la gravitación del MAS.

La elección, además, significó la primera vez en la historia reciente en que Bolivia acudirá a una segunda vuelta presidencial. En términos simbólicos, es la clausura de un ciclo. El modelo basado en la centralidad del Estado, el nacionalismo de recursos y el liderazgo carismático entra en retirada, y el país se asoma a una etapa dominada por la incertidumbre: una transición hacia fórmulas liberales y centristas que prometen reformas estructurales, pero que aún deben demostrar viabilidad.

EL ESCENARIO ECONÓMICO COMO EJE DE CAMPAÑA

Bolivia enfrenta una de las coyunturas más delicadas de las últimas décadas. La inflación anual supera el 25 %, las reservas internacionales se encuentran en mínimos históricos y la escasez de dólares y combustible complica la vida cotidiana. El déficit fiscal, el estancamiento productivo y la caída de las exportaciones de gas completan un panorama alarmante. En este contexto, tanto Paz como Quiroga han hecho del tema económico el corazón de sus campañas.

Paz propone un modelo novedoso que bautizó como “50-50”: la mitad de los ingresos fiscales se destinarían al gobierno central y la otra mitad a las regiones, en un esquema de descentralización que busca oxigenar a las gobernaciones y municipios. Plantea además el cierre de empresas estatales deficitarias, la utilización de tecnologías blockchain para transparentar las cuentas públicas y la creación de un fondo de estabilización alimentado por ingresos de hidrocarburos y respaldado parcialmente en criptoactivos. Sus ideas, aunque innovadoras, despiertan interrogantes sobre su implementación práctica.

Quiroga, en cambio, apuesta por recetas clásicas de liberalismo económico. Propone recortes drásticos del gasto público, reanudación de la relación con el FMI y el Banco Mundial, flexibilización laboral y estímulo a la inversión extranjera. Una de sus promesas más llamativas es la entrega de un “título popular de propiedad” de 1.500 dólares como aval para acceder a microcréditos, con el objetivo de dinamizar al pequeño emprendedor. Su discurso insiste en la disciplina fiscal, la estabilidad monetaria y la reinserción internacional como claves para sacar al país de la crisis.

LOS ACTORES POLÍTICOS EN DISPUTA

Más allá de los programas económicos, el balotaje del 19 de octubre enfrentará a dos figuras de perfiles contrastantes. Rodrigo Paz, heredero político de su padre, el expresidente Jaime Paz Zamora, logró reinventarse con un estilo propio, más tecnocrático y moderno. Se presenta como un centrista pragmático, dispuesto a construir consensos y a priorizar soluciones técnicas sobre los dogmas ideológicos. Su alianza con Edman Lara, un expolicía convertido en activista anticorrupción, le dio un tono ciudadano y contestatario que atrajo a votantes jóvenes y urbanos.

Jorge Quiroga, por su parte, es un político con larga trayectoria. Fue vicepresidente de Hugo Banzer y presidente entre 2001 y 2002, además de candidato en varias oportunidades. Representa la experiencia y la continuidad de la élite política tradicional. Su discurso está orientado a restaurar la confianza de los mercados, recuperar el prestigio internacional y retomar el rumbo liberal que Bolivia abandonó con la llegada del MAS. Sus críticos le reprochan falta de renovación y un estilo confrontativo, pero su núcleo duro de apoyo lo mantiene competitivo.

El desafío de ambos será conquistar a los votantes de las fuerzas menores, en especial los que apoyaron a Samuel Doria Medina y a Andrónico Rodríguez, así como seducir a ese amplio sector de ciudadanos que anuló su voto. El balotaje se perfila como una disputa abierta en la que las alianzas y los gestos de campaña serán determinantes.

UNA DEMOCRACIA QUE SE PONE A PRUEBA

La jornada electoral transcurrió con un alto nivel de participación —superior al 88 %— y bajo un clima de tranquilidad que fue destacado por observadores internacionales. La OEA y la Unión Europea felicitaron la transparencia del proceso y subrayaron el compromiso cívico de los bolivianos. Aunque se registraron algunos incidentes aislados, como agresiones a dirigentes del MAS en recintos de votación, el proceso fue considerado ejemplar en comparación con comicios anteriores marcados por la tensión.

Esa normalidad democrática es un activo que Bolivia deberá cuidar en los próximos meses. La transición política, el reacomodo de fuerzas y las reformas que se avecinan podrían poner a prueba la estabilidad institucional. La sociedad boliviana, acostumbrada a convulsiones, parece exigir ahora un cambio en paz, sin sobresaltos ni rupturas.

LO QUE VIENE

El balotaje del 19 de octubre no definirá solamente quién ocupará la presidencia, sino también cuál será el rumbo económico y político de Bolivia en los próximos años. La disputa entre Paz y Quiroga sintetiza dos visiones distintas sobre cómo superar la crisis: una apuesta centrista y descentralizadora frente a una receta liberal ortodoxa. El resultado dependerá de la capacidad de cada uno para convencer a un electorado cansado de promesas incumplidas y golpeado por la incertidumbre económica.

Más allá de los nombres propios, lo que está en juego es si Bolivia será capaz de inaugurar un ciclo de gobernabilidad que supere el personalismo y el sectarismo del pasado. La sorpresa de Rodrigo Paz abrió un escenario inesperado. Ahora, la verdadera prueba será si ese impulso puede traducirse en un gobierno capaz de estabilizar la economía, recuperar la confianza y reconciliar a un país que demanda, con urgencia, un futuro distinto.

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