“La superó la ambición por el dinero”. Con esa frase, la diputada mendocina Lourdes Arrieta, recientemente apartada del bloque de La Libertad Avanza, arremetió contra Karina Milei en medio del escándalo por presuntas coimas vinculadas a la compra de medicamentos en la Agencia Nacional de Discapacidad. El caso ya desató denuncias judiciales, allanamientos y una crisis política que sacude al oficialismo libertario.
La filtración de audios protagonizados por Diego Spagnuolo, hasta hace poco director de la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis), encendió la mecha de la crisis más seria que atraviesa el gobierno de Javier Milei. En esas grabaciones, difundidas por el canal de streaming Carnaval, Spagnuolo describe una supuesta red de sobornos millonarios en dólares, que tendría ramificaciones directas hacia la Secretaría General de la Presidencia.
Según su propio relato, un porcentaje de los retornos llegaba a Karina Milei, mientras que otra parte circulaba a través de la empresa Suizo Argentina, proveedora de medicamentos. “A Karina le llega el 3%”, se lo escucha decir. “Un 1% se va en la operatoria, y el restante 8% debe girarse a Suizo y después a Presidencia”.
El efecto fue inmediato. El abogado Gregorio Dalbón denunció a los hermanos Milei, a Eduardo “Lule” Menem y a directivos de Suizo Argentina por cohecho, administración fraudulenta y negociaciones incompatibles con la función pública. El juez Sebastián Casanello ordenó 14 allanamientos en domicilios de funcionarios, empresarios y laboratorios. En esos procedimientos se secuestraron valijas con dinero en efectivo, teléfonos y documentación clave.
La respuesta oficial fue débil. El jefe de Gabinete, Guillermo Francos, sugirió que los audios podrían estar editados y relativizó su impacto. Pero la ausencia de un pronunciamiento firme del Presidente dejó al Ejecutivo expuesto. Desde la propia tropa libertaria se deslizó la hipótesis de una “operación electoral” a pocas semanas de los comicios legislativos.
En medio de ese torbellino, la que alzó la voz con fuerza fue Lourdes Arrieta. La diputada mendocina, que abandonó el bloque oficialista para fundar su espacio “Coherencia”, apuntó directo contra la hermana del Presidente: “La superó la ambición por el dinero. Está involucrada en el tema de las coimas, de las cripto, de los contratos de los Menem. Algo está pasando con PAMI también. Tampoco sabemos qué hay detrás de ANSES”, denunció.
Arrieta fue incluso más allá. Sugirió que algunos actos presidenciales podrían haber servido como vía de financiamiento paralelo. Mencionó el caso de la inauguración del templo evangélico “Portal del Cielo”, en Chaco, donde —insinuó— el propio Javier Milei habría recibido aportes bajo la forma de “una ofrenda de amor”.
La figura de Karina Milei no es nueva en el centro de las controversias. Su rol de secretaria general de la Presidencia fue habilitado por un decreto especial que permitió sortear límites legales para familiares. Desde allí se convirtió en “El Jefe”, la persona de máxima confianza del Presidente, con poder sobre su agenda, su comunicación y la estrategia política. Pero también quedó salpicada en episodios anteriores, como la promoción de la criptomoneda “$LIBRA” —señalada como estafa financiera— o la proliferación de contratos estatales bajo el ala de Eduardo Menem.
La oposición, por su parte, capitalizó el escándalo. Alberto Fernández reapareció en redes con ironías sobre “los deditos en el tarro”. El kirchnerismo, la izquierda y sectores del radicalismo reclamaron explicaciones urgentes. La vicepresidenta Victoria Villarruel protagonizó cruces públicos con intendentes opositores, amplificando la tensión política.
El contexto electoral vuelve todo más explosivo. El oficialismo libertario enfrenta elecciones legislativas decisivas en la provincia de Buenos Aires y otras jurisdicciones. Su narrativa anticorrupción, cimentada en la crítica a “la casta”, se ve hoy debilitada por denuncias que exponen prácticas que juraban combatir.
En este escenario, la voz de Lourdes Arrieta cobra un valor especial. Ya no se trata de una oposición clásica, sino de una exintegrante del propio espacio libertario que decidió romper con el núcleo duro. Con su frase, “la superó la ambición por el dinero”, no solo lanzó un dardo personal a Karina Milei: también buscó instalar una marca política que la diferencie y la coloque como referente de una disidencia libertaria con sello propio.
El futuro del caso depende de la Justicia. Pero el daño político ya está hecho. Karina Milei, arquitecta en las sombras del proyecto presidencial, quedó en el ojo de la tormenta. La gobernabilidad del propio Javier Milei, a pocos meses de haber iniciado su mandato, enfrenta una prueba de fuego.