La Vicepresidenta de la Nación fue declarada Huésped de Honor por el mandatario provincial, en el marco de una jornada que contó con la entrega de aportes económicos para el desarrollo de la localidad, firma de convenios para obras de infraestructura y reconocimientos a pobladores locales. “Hoy tenemos el gran desafío de seguir integrando a nuestra provincia, y esto significa que los chicos que nazcan en Río Mayo o en cualquier pueblo de Chubut tengan las mismas oportunidades para desarrollarse”, expresó Torres. Por su parte, Villarruel pronunció un emotivo discurso donde recordó su infancia en Río Mayo y aseguró: “Soy chubutense por elección”.
Río Mayo celebró sus noventa años con un acto que desbordó lo protocolar para instalarse en el escenario político nacional. Ignacio “Nacho” Torres, gobernador de Chubut, condujo la ceremonia acompañado por la vicepresidenta de la Nación, Victoria Villarruel, quien fue declarada Huésped de Honor y quien, al evocar su infancia en la localidad, se convirtió en la protagonista emocional de la jornada. La celebración, que reunió a vecinos, intendentes, legisladores y autoridades provinciales, se tradujo en un mensaje claro: el federalismo no se construye desde discursos abstractos, sino desde la presencia concreta del Estado en los pueblos más alejados de la geografía argentina.
Torres aprovechó la ocasión para insistir en que el gran desafío de la gestión provincial es garantizar igualdad de oportunidades sin importar el lugar de nacimiento. Subrayó que la integración de Chubut se basa hoy en herramientas tangibles como la telemedicina, la educación a distancia y el desarrollo de infraestructura urbana. Con un tono que mezcló reconocimiento histórico y proyección futura, el mandatario recordó que la soberanía es también la capacidad de que comunidades pequeñas, distantes de los grandes centros urbanos, sigan en pie y mantengan vivo el proyecto de país. “Tenemos que dejar atrás la lógica de enfrentamientos y enfocarnos en lo que importa: mejorar la calidad de vida de la gente”, sostuvo. En esa línea, agradeció la cercanía de Villarruel y la definió como una aliada del pueblo chubutense en los proyectos que buscan reivindicar la Argentina federal.
El discurso de Villarruel, en cambio, se apoyó en la memoria personal. Contó cómo vivió en el Regimiento N° 37, cómo aprendió a querer la estepa patagónica y cómo la escuela pública local le dio una formación que le permitió reincorporarse sin dificultades a la vida escolar en Buenos Aires. Su frase “soy chubutense por elección” resonó con fuerza en el auditorio, porque no solo reconoció un vínculo biográfico, sino que se presentó como alguien que se siente parte de esa historia colectiva. Esa autodefinición fue también un gesto político: una vicepresidenta que, en medio de la turbulencia nacional, se muestra enraizada en la experiencia del interior.
La jornada no se limitó a los discursos. Hubo entrega de reconocimientos a vecinos destacados, aportes económicos para obras comunitarias, apoyo a talleres productivos, convenios para la construcción de cordón cuneta y viviendas tuteladas, y un proyecto ambiental para el camping municipal. Además, se realizaron recorridas por el hospital, donde se inauguró una estación de telemedicina, y por el Club de Abuelos, que celebraba un nuevo aniversario. Cada gesto fue pensado para subrayar que el Estado provincial y nacional llegan con hechos, no solo con palabras.
En paralelo, el clima político nacional le dio a la visita una relevancia adicional. Villarruel llegó a Chubut en un momento atravesado por tensiones y denuncias que golpean a su entorno, y definió la coyuntura como “difícil y confusa”. Sin embargo, lejos de encerrarse en la interna del oficialismo, eligió reivindicar su rol institucional: presidir el Senado, representar a las provincias y sostener que no será una vicepresidenta decorativa. Aclaró que su relación con el Presidente y su entorno es estrictamente institucional y defendió su desempeño con una palabra clave: probidad.
Ese posicionamiento estratégico marcó un contraste nítido. Mientras desde Buenos Aires se multiplican los choques políticos, en Río Mayo Villarruel se mostró cerca de la gente, abrazada a una historia común y a una agenda de obras. Al mismo tiempo, proyectó una imagen de articuladora política, capaz de tender puentes con gobernadores de distintos signos y de fortalecer vínculos con un espacio federal que busca consolidarse como interlocutor en el mapa nacional. No es casual que Torres la haya presentado como una aliada incondicional. El gobernador, que impulsa la consulta popular sobre la eliminación de fueros y que se juega capital político en esa iniciativa, encontró en la vicepresidenta respaldo y legitimidad. Y ella, a su vez, encontró en Chubut un escenario para mostrarse activa y autónoma, reforzando su peso propio dentro del esquema de poder.
Lo ocurrido en Río Mayo puede leerse, entonces, en dos niveles. En la superficie, fue una fiesta popular que honró la historia de un pueblo forjado en la adversidad. En un plano más profundo, fue la construcción de un relato político donde se cruzan la emoción de los recuerdos, la concreción de obras y la proyección de liderazgos. Torres apuntaló su narrativa de integración provincial y federalismo práctico. Villarruel se mostró como una figura con voz y estrategia, anclada en la experiencia personal de la Patagonia y capaz de proyectarse más allá de los límites que le marca la Constitución.
El aniversario número 90 de Río Mayo no fue solo un hito local: fue un recordatorio de que la Argentina real late en cada comunidad, por más pequeña y distante que parezca. Allí, en ese escenario austero y simbólico, la vicepresidenta y el gobernador coincidieron en un mensaje que buscó trascender las urgencias del presente: la construcción de una Argentina verdaderamente federal.