Tras la difusión de audios que la vinculan con un presunto esquema de recaudación ilegal en la Agencia Nacional de Discapacidad, la secretaria general de la Presidencia encabezó un acto en La Matanza y evitó hablar del caso. El gobierno mantiene el silencio, mientras crecen las presiones políticas y judiciales para que brinde explicaciones.
“Estamos dispuestos a dar la batalla, a ir a fiscalizar para que no nos roben más.” Con esa frase, lanzada con tono desafiante en el escenario montado en La Matanza, Karina Milei reapareció en público apenas horas después de que se conocieran audios de Diego Spagnuolo, exdirector de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), que la señalan en un presunto esquema de recaudación ilegal ligado a la compra de medicamentos. Fue su primera actividad política tras el estallido del escándalo, que golpea de lleno el corazón de la Casa Rosada y pone bajo la lupa a la funcionaria más poderosa del entorno presidencial.
La secretaria general de la Presidencia, considerada la estratega en las sombras de Javier Milei y apodada “el jefe” por su propio hermano, eligió el camino de la militancia antes que el de la defensa pública. Ante unas dos mil quinientas personas y acompañada por dirigentes libertarios como José Luis Espert, Martín Menem y Diego Santilli, no hizo alusión alguna a las denuncias que la involucran y prefirió reforzar la retórica de confrontación con el kirchnerismo. Su frase, sin embargo, sonó paradójica en el contexto de acusaciones de corrupción: “fiscalizar para que no nos roben más”.
La semana política quedó atravesada por la filtración de los audios de Spagnuolo, donde se describe un mecanismo de recaudación de un tres por ciento sobre contratos y compras del organismo, con la supuesta venia de Karina Milei. Tras su difusión, Spagnuolo presentó su renuncia y la justicia avanzó con allanamientos en oficinas estatales.
El presidente Javier Milei optó por el silencio: no habló del caso ni en actos ni en conferencias. Su único gesto fue retuitear mensajes de respaldo a su hermana, incluyendo un “Siempre con el jefe Karina Milei”. El vocero Manuel Adorni, consultado en conferencia de prensa, evitó dar precisiones y se limitó a publicar en X una frase críptica: “El tiempo es el único juez que siempre revela la verdad.”
En paralelo, la oposición endureció el tono. El diputado radical Ricardo López Murphy calculó que los desvíos podrían alcanzar los 10 millones de dólares y exigió que los implicados entreguen sus celulares y computadoras a la justicia. Christian Castillo, del FIT, pidió la interpelación inmediata de Karina Milei y del ministro de Salud, Mario Lugones. Los reclamos apuntan a que el Congreso discuta el alcance del caso y que la funcionaria más influyente del oficialismo brinde explicaciones bajo juramento.
El fenómeno Karina Milei explica en buena medida la centralidad de la crisis. Hermana del presidente, licenciada en relaciones públicas, jefa de campaña en 2023 y arquitecta del armado partidario, su figura se consolidó como la de una dirigente de poder real sin haber pasado nunca por cargos legislativos. Su ascendencia sobre Javier Milei es reconocida incluso por los rivales políticos. La magnitud del escándalo, por eso, excede a un funcionario de segundo orden: toca directamente a la persona que controla la agenda, las candidaturas y la maquinaria del oficialismo.
Mientras tanto, en redes sociales, el caso se convirtió en una catarata de burlas, memes y jingles que viralizaron el apodo “Karina coimera”. Hashtags como #Spagnuolo y #Menem también fueron tendencia. La batalla del relato digital pareció inclinarse hacia la ironía y el humor ácido, un terreno donde el oficialismo hasta ahora supo ser eficaz pero que en esta ocasión jugó en contra.
Analistas coinciden en que el episodio puede marcar un antes y un después para el gobierno libertario. Su discurso fundacional se construyó en la promesa de enfrentar a “la casta” y erradicar la corrupción del Estado. Que la secretaria general de la Presidencia, hermana del mandatario y su principal sostén político, aparezca vinculada en audios de presuntas coimas erosiona esa narrativa y abre un flanco de desgaste institucional.
La elección de Karina Milei de mostrarse en un acto masivo y evitar cualquier referencia al tema indica una estrategia de contención: movilizar a la base militante para blindarse frente al impacto político y judicial. Pero el desafío recién comienza. En tribunales, las investigaciones avanzan; en el Congreso, los pedidos de informes se multiplican; y en la sociedad, el descrédito se filtra tanto en las calles como en las redes.
La frase que eligió para titular su regreso, “estamos dispuestos a dar la batalla”, puede interpretarse como una declaración de guerra política. Pero el terreno donde deberá librarse esa batalla, más que en el conurbano bonaerense, parece ser el de la justicia y la opinión pública. Allí, Karina Milei enfrenta la prueba más difícil desde que irrumpió en la escena como el poder real detrás del presidente.