La tensión política persiste en La Libertad Avanza: mientras la Justicia avanza con denunciaciones por presunta corrupción en la Agencia Nacional de Discapacidad, los principales referentes del oficialismo buscan recuperar la iniciativa durante el cierre de campaña en Corrientes.
El escándalo por los audios filtrados que comprometen al corazón del oficialismo libertario estalló en plena campaña y amenaza con convertirse en el hecho político más determinante de las últimas semanas antes de las elecciones. Sin embargo, lejos de replegarse, Karina Milei y Martín Menem decidieron trasladarse a Corrientes para encabezar actividades proselitistas junto a los candidatos locales. El viaje, que combina gesto de desafío con necesidad política, busca enviar una señal de fortaleza a las bases y de unidad al interior del espacio, en momentos donde la tormenta judicial y mediática golpea con fuerza.
El caso se originó a partir de la renuncia del exdirector de la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), Diego Spagnuolo, quien denunció una presunta red de sobornos en las compras estatales de medicamentos. En las grabaciones, que rápidamente se viralizaron, se menciona un esquema por el cual los laboratorios habrían pagado un 8 % en coimas para asegurar contratos con el Estado, de los cuales entre el 3 % y el 4 % iría destinado a favorecer a Karina Milei, hermana del presidente y secretaria general de la Presidencia, y a Eduardo “Lule” Menem, operador clave del oficialismo y primo del titular de la Cámara de Diputados. En algunas menciones también aparece el propio Martín Menem, lo que potenció la magnitud del escándalo. El monto estimado defraudado al Estado, según cálculos de la investigación, rondaría entre 500.000 y 800.000 dólares mensuales, una cifra que impacta de lleno en la opinión pública y en el relato de austeridad y anticorrupción que fue bandera de Javier Milei desde su irrupción política.
La Justicia federal avanzó con rapidez. El juez Sebastián Casanello ordenó al menos catorce allanamientos, entre ellos la sede de la propia ANDIS y las oficinas de la droguería Suizo Argentina, señalada como una de las empresas centrales en la maniobra. En los procedimientos se secuestró dinero en efectivo, documentación, equipos electrónicos y se activó el secreto de sumario. Uno de los episodios más comentados de esas jornadas fue el intento de un directivo de la droguería de huir con sobres de dinero en plena diligencia judicial, lo que reforzó la percepción de gravedad. El abogado Gregorio Dalbón, conocido por causas de alto perfil, presentó una denuncia penal que imputa delitos de cohecho, administración fraudulenta, negociaciones incompatibles con la función pública e infracción a la ley de Ética Pública.
El oficialismo reaccionó con rapidez y dureza. Martín Menem salió a negar toda relación con el caso, calificó los audios como “súper editados” y sostuvo que se trata de una “monumental operación política” impulsada por el kirchnerismo en el tramo final de la campaña. Llegó incluso a asegurar que pone las “manos en el fuego” tanto por Karina Milei como por Lule Menem. El propio presidente Javier Milei redobló esa línea defensiva, acusando a la oposición de “sembrar el caos” y de usar a la Justicia y a los medios para debilitar al Gobierno. En sus declaraciones públicas, reiteró que confía plenamente en su hermana y minimizó el alcance de la investigación. La narrativa oficialista, por tanto, busca instalar que se trata de una operación clásica de “lawfare” contra un gobierno que se presenta como disruptivo.
El problema para el Gobierno radica en que la crisis no solo se libra en el terreno judicial y mediático, sino también en el interno. La filtración de los audios disparó sospechas sobre posibles internas en el seno del oficialismo. Hay quienes sugieren que la información pudo provenir desde dentro, como resultado de tensiones entre el círculo cercano de Karina Milei y otros sectores de poder en la administración. Estas especulaciones, aunque no confirmadas, suman presión a un esquema político que ya se mostraba frágil por la centralización de decisiones y por la influencia dominante de la hermana presidencial. La erosión interna se vuelve tanto o más peligrosa que el ataque opositor.
En ese marco, la decisión de Karina Milei y Martín Menem de trasladarse a Corrientes adquiere un valor simbólico y estratégico. Allí, el oficialismo apuesta a reforzar la candidatura de Lisandro Almirón, acompañado por Evelyn Karsten y la dirigente local Any Pereyra, en un distrito donde la política provincial tiene dinámica propia pero también se juega una pulseada clave: mostrar que La Libertad Avanza no ha perdido vigor territorial ni capacidad de movilización. La caminata prevista en la capital correntina busca transmitir cercanía con la gente y normalidad en medio del tembladeral, reforzando la idea de que los referentes nacionales siguen al frente y no se esconden.
Corrientes, además, ofrece un escenario electoral particular. El peronismo logró unificar fuerzas detrás de la figura de Martín Ascúa, mientras que el oficialismo provincial llega dividido. El libertarismo pretende aprovechar esa fragmentación para crecer en un territorio donde, hasta hace poco, su estructura era incipiente. El desembarco de Karina Milei y Martín Menem se entiende como un intento de nacionalizar la campaña, pero también como un gesto de apoyo explícito que puede jugar un doble rol: reanimar a la militancia libertaria y enviar un mensaje hacia el resto del país de que el escándalo no paraliza al Gobierno.
El impacto en la opinión pública, sin embargo, es incierto. Por un lado, la exposición mediática negativa puede erosionar la confianza de sectores independientes y golpear la narrativa anticorrupción que tanto peso tuvo en el ascenso de Milei. Por otro, el oficialismo confía en que la base libertaria más dura interprete el episodio como una operación en su contra y se cierre aún más alrededor del liderazgo presidencial. En la historia política argentina, los escándalos de corrupción en campaña suelen tener efectos ambivalentes: pueden hundir candidaturas o reforzar la identidad de los votantes más fieles que se sienten atacados. El desenlace dependerá, en gran medida, de la evolución judicial y de si aparecen nuevas filtraciones.
Lo cierto es que este episodio constituye un golpe estructural al corazón del proyecto libertario. La centralidad de Karina Milei en el Gobierno no es un secreto: es la persona más influyente sobre el presidente, quien la define como su “jefa”. Su eventual involucramiento en maniobras espurias no solo compromete la credibilidad de su figura, sino que pone en cuestión la coherencia de un gobierno que se presentó como la encarnación de la lucha contra la “casta política” y la corrupción sistémica. La oposición encontró en este caso un argumento potente para denunciar la hipocresía del discurso libertario y para desgastar la legitimidad de la administración.
La estrategia judicial y comunicacional del oficialismo buscará, sin dudas, ganar tiempo. Los tiempos de la Justicia rara vez se sincronizan con los de la política, pero la combinación de audios, allanamientos y testimonios ofrece una trama demasiado explosiva como para disiparse rápidamente. El secreto de sumario decretado por Casanello promete mantener el tema en agenda durante semanas, mientras la campaña avanza hacia su desenlace.
En medio de esta tormenta, la caminata de Corrientes se transforma en una suerte de puesta en escena política. La imagen de Karina Milei y Martín Menem recorriendo calles junto a candidatos locales será leída tanto por propios como por ajenos como una muestra de que el Gobierno no se repliega. Pero el riesgo es evidente: si la crisis escala, cada foto de campaña puede volverse una pieza de archivo que contraste con la gravedad de las denuncias. El equilibrio entre mostrar fortaleza y no parecer indiferente al escándalo es delicado y difícil de sostener.
La trama de los audios también plantea un debate más profundo sobre la naturaleza del poder libertario. La centralización en un núcleo familiar, la falta de controles institucionales y la opacidad en la toma de decisiones son elementos que, en este caso, se volvieron en contra del propio Gobierno. La denuncia no solo habla de supuestos sobornos, sino que expone un modelo de gestión donde los vínculos personales priman sobre la transparencia y donde la concentración de poder genera incentivos para prácticas irregulares.
En el plano económico, además, el caso golpea un área especialmente sensible: la compra de medicamentos para personas con discapacidad. Se trata de un terreno donde el Estado destina recursos significativos y donde cualquier sospecha de corrupción impacta con mayor fuerza en la sensibilidad social. La idea de que sectores vulnerables puedan haber sido afectados por maniobras de coimas agrava la percepción negativa y potencia la indignación pública.
El futuro inmediato se presenta cargado de incertidumbre. El Gobierno intentará sostener su narrativa de “operación política”, pero la evidencia acumulada y la velocidad de las diligencias judiciales parecen contradecir esa explicación simplista. La oposición, mientras tanto, buscará mantener el tema en agenda y desgastar la imagen de Milei en un momento en que cada punto en las encuestas resulta vital. El desenlace de las elecciones en Corrientes servirá como termómetro para medir si el escándalo tuvo un impacto electoral real o si, por el contrario, el oficialismo logra blindar a sus candidatos y capitalizar el voto de quienes interpretan la crisis como una ofensiva externa.
En definitiva, el viaje de Karina Milei y Martín Menem a Corrientes representa mucho más que un acto de cierre de campaña: es un gesto calculado para demostrar que el poder libertario sigue en pie en medio del escándalo más grave de su breve historia en el gobierno. La caminata será observada con lupa, tanto por quienes ven en ella un intento desesperado de maquillar la crisis como por quienes creen que es una señal de resiliencia. Lo que está en juego es la credibilidad de un proyecto político que llegó al poder prometiendo terminar con la corrupción y que hoy enfrenta acusaciones que lo colocan, precisamente, en el centro de aquello que juró combatir.