Encuestas demoledoras, denuncias judiciales, allanamientos y protestas violentas ponen al presidente en su momento más crítico a días de las elecciones legislativas.
El gobierno de Javier Milei atraviesa la peor tormenta desde que asumió. El caso de presuntas coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad, que involucra a su hermana y principal operadora política Karina Milei, ha detonado un sismo político que atraviesa encuestas, tribunales, finanzas y calles. Según el último relevamiento de la consultora Trespuntoszero, el 78,9 % de los argentinos conoce el caso, el 62,5 % cree que los audios del exfuncionario Diego Spagnuolo prueban hechos graves de corrupción y un 57,9 % responsabiliza directamente al Presidente. La caída de su credibilidad es inédita: apenas el 35 % lo considera confiable, el 32 % lo ve como honesto y apenas un 19 % lo vincula con sensibilidad hacia los sectores vulnerables.
El escándalo tomó cuerpo a partir de los audios en los que Spagnuolo detalla un esquema de sobornos que involucraría retornos mensuales de hasta 800.000 dólares en torno a la compra de medicamentos a través de la empresa Suizo Argentina. La Justicia reaccionó con 14 allanamientos simultáneos en propiedades y oficinas, incautó documentación sensible y dispositivos electrónicos, mientras el abogado Gregorio Dalbón denunció penalmente a Karina Milei por cohecho, fraude y violación a la Ley de Ética Pública. “Es el mayor escándalo de corrupción desde el retorno de la democracia”, sostuvo el letrado.
La dinámica política empeora por el contexto económico. El Banco Central endureció la política monetaria elevando encajes y habilitando su cobertura con títulos del Tesoro a 60 días, en un intento desesperado por frenar la liquidez y estabilizar un mercado desbordado. Sin embargo, la medida no contuvo la volatilidad: el S&P Merval y los bonos cayeron, el riesgo país escaló y la brecha cambiaria se amplió. Los analistas advierten que la crisis de confianza política se retroalimenta con la desconfianza económica, creando un círculo difícil de romper.
La tensión se trasladó a las calles. Milei fue evacuado de urgencia en Lomas de Zamora luego de que manifestantes atacaran su caravana con piedras, ramas y huevos. La represión policial dejó heridos y detenidos, y el gobierno culpó al “kirchnerismo” de organizar la protesta. El episodio refleja un clima social crecientemente hostil: el presidente, que se jactaba de desafiar la “casta”, enfrenta ahora escenas que lo colocan como eje de un repudio generalizado.
El coimagate no es un hecho aislado sino parte de una cadena de crisis que desgastan al oficialismo. Se suman el colapso de la criptomoneda $Libra, que dejó miles de damnificados y obligó al Congreso a avanzar con una comisión investigadora; los recortes en salud y en PAMI que redujeron la cobertura de medicamentos para jubilados; el ajuste brutal en ciencia y tecnología que recortó en un tercio el presupuesto del CONICET y provocó renuncias masivas; y la disolución de Télam acompañada de ataques sistemáticos a periodistas, que exponen un patrón de hostigamiento a la prensa independiente.
Con las elecciones legislativas del 7 de septiembre a la vuelta de la esquina, Milei enfrenta una combinación letal: la erosión de su imagen, la consolidación de la oposición y la incertidumbre económica. Su discurso anticorrupción ha quedado demolido, su capital político se achica y la sociedad comienza a ver en su figura no a un outsider libertario que desafía al sistema, sino a un mandatario atrapado en las mismas prácticas que juró combatir.
La fotografía de este agosto es brutal. Un presidente con menos de un año de mandato, cercado por denuncias judiciales, en caída en las encuestas, con la economía en recesión y la calle en ebullición. Un poder que se prometía refundacional pero que aparece corroído por las lógicas más viejas de la política argentina. Un futuro inmediato que se juega en unas elecciones legislativas que ya no serán un trámite de consolidación, sino un plebiscito sobre su propia supervivencia. Milei llegó con la promesa de dinamitar la “casta”, pero hoy enfrenta el riesgo de ser dinamitado por ella.