18 septiembre, 2025 8:39 pm

LA MOROSIDAD EN LOS BANCOS QUE FINANCIAN AL CONSUMO SE DISPARÓ AL 15% Y HACEN UN PEDIDO URGENTE AL BCRA

El crédito al consumo se convierte en foco de preocupación para el sistema financiero, en un contexto de tasas elevadas, deterioro en el ingreso real y fuerte retracción del consumo popular.

La situación del financiamiento a las familias argentinas se encuentra en una etapa crítica. Según un reciente informe del BCRA al que accedió La Prensa de Santa Cruz, la morosidad en los segmentos de préstamos personales y tarjetas de crédito se ha disparado, alcanzando el preocupante nivel del 15%. Esta cifra representa un salto significativo con respecto a valores más moderados y retrata la vulnerabilidad creciente de los prestatarios en un contexto económico complejo.

El salto en la morosidad no es un dato aislado: otros indicadores oficiales y privados confirman la tendencia al deterioro del crédito al consumo. Por ejemplo, datos del BCRA muestran que la mora en el total del crédito al sector privado trepó del 1,8% en junio de 2024 al 2,6% en mayo de 2025. En particular, la irregularidad en tarjetas de crédito pasó del 1,9% al 3,8% y en préstamos personales del 4,1% al 5,6%. Éste es apenas el comienzo de una escalada preocupante.

No se trata solo de casos aislados: el conjunto de las deudas de consumo muestra un deterioro intenso. Según el BCRA, en junio de este año la morosidad alcanzó el 5,2%, con el segmento de préstamos personales y tarjetas de crédito como los más afectados. Ese nivel es histórico desde hace 15 años, y refleja una tendencia continua de deterioro desde enero, cuando la mora era del 2,7%.

Las causas de esta dinámica negativa son varias y convergentes. La suba de tasas de interés tras el desarme de los instrumentos de liquidez (LEFIs) ha encarecido el crédito y acentuado su volatilidad, recortando los márgenes de maniobra de los hogares . Además, el deterioro del salario real —aproximadamente 15% por debajo del nivel de 2017 según el informe económico del IAE— agrava la capacidad de pago de las familias.

La retracción del consumo es palpable. Según el Informe del IAE, el flujo de crédito en consumo masivo se ha deteriorado, con adiciones reales de apenas 0,5 puntos porcentuales al total de crédito en julio, muy por debajo del promedio semestral, que rondaba el 4% mensual . Además, el uso de tarjetas para compras esenciales como alimentos creció: el Centro RA de la UBA reporta que ese medio de financiación pasó del 39% al 46% del total de compras en supermercados, entre diciembre de 2023 y mayo de 2025.

Esta dependencia creciente del “tarjeteo” para cubrir necesidades básicas se refleja en el impacto en el presupuesto familiar. Según la consultora Empiria, el resumen mensual de tarjeta representa ya el 19% del ingreso disponible de los hogares. Paralelamente, el coeficiente de mora por créditos al hogar llegó al 4,5% en mayo, con un incremento interanual de 1,7 puntos.

El panorama es todavía más alarmante para los hogares más vulnerables o de ingresos medios y bajos. La clase media y baja —que conforma cerca del 94% de la población según el estudio “La Argentina pesificada versus la Argentina dolarizada”— enfrenta restricciones severas. Muchas familias dejaron de abonar incluso el mínimo de sus tarjetas, lo que refleja un endeudamiento crítico que golpea el consumo masivo.

En contraste, entre los estratos más acomodados se observa un repunte en el consumo de bienes durables, impulsado por el dólar relativamente barato. Esto revela la existencia de “dos Argentinas”: una que consume y financia sin problemas y otra que se endeuda hasta el límite apenas para cubrir lo indispensable.

Aunque el problema no amenaza la estabilidad del sistema financiero en su totalidad, sí tiene un fuerte impacto social. Martín Kalos, de Epyca Consultores, advierte que el aumento de la mora “aún no es preocupante a nivel sistémico, pero sí lo es para las familias que no llegan a fin de mes. Este nivel de morosidad está marcando un techo para el crecimiento del consumo masivo”.

Los bancos, en este escenario, han elevado el tono de alerta ante el Banco Central. Solicitan una intervención que permita amortiguar el impacto social de estas tendencias, ya sea mediante dispositivos regulatorios o lineamientos prudenciales que faciliten la reestructuración de la deuda y eviten una profundización de los incumplimientos.

En los últimos días, espacios vinculados al sector económico han difundido que esta disputa se da en el marco de un endurecimiento de la política monetaria. El Banco Provincia, mediante su índice Pulso PBA, advierte que la actividad económica bonaerense cayó 1,4% en agosto, debido fundamentalmente a la reducción del crédito, la pérdida de ingresos familiares y el efecto del aumento de encajes bancarios, que restringieron el condicionamiento del crédito y encarecieron el financiamiento.

Esa dinámica, aplicada a nivel nacional, genera un círculo vicioso: el freno al crédito profundiza la recesión, la caída del ingreso aumenta la mora, y los impagos refuerzan el freno financiero. A su vez, el mayor peso del resumen de tarjeta en el presupuesto familiar reduce aún más la capacidad de amortiguar choques económicos.

En parte, la tensión también se relaciona con el impulso del crédito formal en contextos electorales. Un estudio de Focus Market muestra que casi el 48% de los hogares argentinos tiene deuda bancaria en 2025, frente al 41,3% de 2023. La deuda no bancaria, en tanto, bajó del 82,6% al 61,6%, indicando un desplazamiento hacia el sistema financiero formal. Sin embargo, este avance, con altas tasas y condiciones volátiles, puede derivar en sobreendeudamiento si no va acompañado de educación financiera, regulación adecuada y monitoreo prudencial.

En números, el stock de crédito formal está en expansión generalizada: préstamos hipotecarios UVA crecieron 269,6% interanual en mayo; prendarios subieron 167,1%; tarjetas, 75,8%; y préstamos personales, 236%. Pero esta expansión lleva implícito el riesgo de acumulación de mora si no se mejora el ingreso real ni se ajustan las tasas.

La situación exige una respuesta combinada: control de tasas de interés, mejoras salariales, incentivos a la formalización del crédito, y mecanismos de alivio para quienes ya enfrentan imposibilidad de pago. Sin ese contrapeso, la moralidad seguirá subiendo, el consumo se estancará y los hogares perderán capacidad de recuperación.

En definitiva, la economía argentina transita un momento de tensión creciente. La escalada de la mora en el crédito al consumo no es solo un desafío para las entidades financieras, sino una señal clara de agotamiento de los márgenes de muchos hogares. El sistema financiero y el Banco Central deben actuar en consonancia con políticas sociales y fiscales que contengan este deterioro. En caso contrario, el consumo caerá aún más, afectando aún con más fuerza a quienes menos tienen.

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