El nuevo ministro del Interior, Lisandro Catalán, protagonizó ayer su primera prueba severa en el Congreso, en la que no sólo fracasó en alinearse con los gobernadores, sino que vio cómo la Cámara de Diputados rechazaba con holgura los vetos presidenciales de Javier Milei a la Ley de Financiamiento Universitario y a la Emergencia Pediátrica para el Hospital Garrahan.
En una sesión cargada de tensión política, la oposición logró reunir los dos tercios necesarios para insistir sobre esas leyes vetadas. El veto al financiamiento universitario fue rechazado por 174 votos contra 67, con algunas abstenciones, mientras que el veto a la emergencia pediátrica recibió 181 votos a favor del rechazo, frente a 60 en contra.
Los gestos críticos hacia el oficialismo se multiplicaron, incluso entre bloques aliados. Diputados del PRO protagonizaron cruces internos: Christian Ritondo reprochó públicamente a Silvia Lospennato por haberse apartado de la línea oficialista al votar el rechazo. Además, gobernadores que hasta poco se mostraban conciliadores comienzan a expresar reservas ante decisiones nacionales que sienten que los marginan, como los vetos a la distribución de ATN (Aportes del Tesoro Nacional).
Este traspié sitúa al Gobierno de Milei en un escenario complicado, en el que la derrota parlamentaria se combina con una fuerte presión social y política: marchas de estudiantes, docentes y trabajadores de hospitales contra los recortes, rechazo ciudadano, y un oficialismo que empieza a mostrar fisuras internas.
El Senado ahora tiene la última palabra, pero el mensaje ya fue cristalino: el poder ejecutivo no puede imponer unilateralismos sin el respaldo del Congreso, menos cuando se trata de derechos sociales esenciales como educación y salud, áreas que miles reclaman sean defendidas. ¿Podrá Catalán revertir este derrumbe inicial, o estamos ante el principio del desgaste para la gestión de Milei?