Ahora se disfraza de gaucho moderno, poncho popular, gorrita y mate Stanley en la mano. Pero detrás del acting de “cura del pueblo” se esconde un personaje que vive del Estado, viaja en primera clase y paga sueldos a muertos.
El cura Molina anda por la provincia en modo campaña, con el termo bajo el brazo y el discurso de siempre: “los pobres, los docentes, el hambre”.
Pero todos saben que ese personaje es nuevo. Jamás se lo vio así antes. Nunca fue del mate ni del poncho, y mucho menos de los colectivos.
Ahora posa en las fotos como si saliera del taller mecánico, cuando en realidad baja del avión en primera clase como un privilegiado de los fondos públicos.
Detrás de su personaje de “cura del pueblo” está la Fundación Valdocco, que durante años pagó sueldos truchos, duplicados y hasta a personas fallecidas.
De los 85 nombres que cobran, solo 19 son de Santa Cruz.
El resto vive en Buenos Aires, en La Matanza, Chaco… o directamente en el cementerio.
Sí: hay muertos que cobran, y la gran pregunta es la que nadie responde:
¿Quién se quedaba con la plata de los muertos?
Mientras Molina habla de moral y justicia social, pagaba a muertos, o dobles sueldos que no se sabe a dónde iban parar esos fondos, todo eso lo hacía mientras los docentes no llegaban a fin de mes, las escuelas se caían a pedazos, mientras su “socia” la Chachi Velázquez decía que teníamos escuelas de lujo.
Ahora aparece con sonrisa forzada, como si recién descubriera lo que es un mate. Pero se le nota el apuro electoral. Habla de fe, pero su única fe es en los viáticos. Habla de los pobres, pero vive de ellos desde hace muchos años.
El cura Molina no es el cura del pueblo.
Es el cura del cuento.
Un personaje de marketing que se viste de humilde para esconder lo que realmente es,
el gran impostor que revivió muertos para cobrar sus sueldos.