Un golpe directo a empresas y ciudadanos que profundiza la crisis en la isla.
El gobierno de Miguel Díaz-Canel decidió endurecer las restricciones sobre las cuentas bancarias en dólares, impidiendo que empresas extranjeras retiren o transfieran fondos al exterior.
La medida fue interpretada como “la confirmación de un corralito financiero”, dejando atrapados millones de dólares en el sistema bancario cubano mientras la economía sigue desplomándose.
Las autoridades anunciaron un nuevo modelo de depósito llamado “cuenta real”, habilitado solo para recibir divisas desde el extranjero y con “transferencias limitadas y sujetas a autorización”.
Para analistas y empresarios, el cambio exhibe la urgencia del régimen por retener cada dólar que ingresa y sostener la liquidez interna “a costa del sector privado y de los ciudadanos”.
La reacción fue inmediata: inversores y compañías alertaron que “sin seguridad jurídica es imposible seguir operando en Cuba”. Proyectos de turismo, comercio e importación evalúan frenar actividades ante el bloqueo financiero.
En la vida cotidiana, la decisión significa “más escasez, más inflación y mayor presión sobre el mercado informal”, donde el dólar continúa disparado por encima del valor oficial.
Las remesas familiares, vitales para cientos de miles de hogares, quedarán sometidas a un control más rígido, ampliando la brecha entre quienes acceden a divisas y quienes dependen de salarios estatales devastados.
La crisis energética, los apagones diarios y la falta de alimentos y medicinas alimentan un clima social cada vez más tenso. En ese contexto, la decisión del gobierno es vista como “una maniobra desesperada que puede acelerar el deterioro político y económico”.
Mientras crece el malestar, miles de familias cubanas se preguntan cómo sobrevivir sin dólares disponibles y con el Estado cerrando todas las vías de escape.