Un joven ruso podría perder ambos brazos tras inyectarse vaselina para agrandar sus bíceps.
Lo que comenzó como una búsqueda desesperada por obtener un cuerpo más llamativo terminó convirtiéndose en una tragedia sanitaria inesperada. El joven decidió aplicarse vaselina y otras sustancias directamente en los músculos para aumentar su volumen sin entrenamiento real.
Con el paso de los meses, la mezcla provocó endurecimiento del tejido, deformación severa y una infección que avanzó de manera agresiva.
Los especialistas que lo atienden advirtieron que “la única posibilidad de salvarle los brazos es mediante cirugías altamente complejas” y que, si su cuerpo no responde, “la amputación será inevitable para evitar consecuencias fatales”.
En medio del dolor y la preocupación, reconoció públicamente que “arriesgué mi vida por una apariencia que ni siquiera era real”, convirtiendo su caso en una advertencia para quienes buscan resultados inmediatos sin medir riesgos.
El episodio generó fuerte impacto y abre un debate profundo sobre la obsesión estética y los límites peligrosos a los que algunas personas están dispuestas a llegar.
Médicos especialistas remarcan que “introducir sustancias no aptas en el cuerpo puede destruir tejido muscular de forma irreversible” y dejar daños permanentes tanto físicos como psicológicos.
Hoy se encuentra luchando por conservar sus extremidades, aferrado a una esperanza mínima frente a un panorama médico crítico.