Una pareja con 34 años de diferencia decidió apostarlo todo por su vínculo
En una peña de folclore de un pueblo bonaerense se conocieron bailando zambas. Ella tenía 15, él 49. Cuatro años después, cuando ella cumplió la mayoría de edad, su historia dio un giro inesperado.
Hoy, con ella de 21 años y él de 55, caminan juntos desde hace tres años, conviven, bailan, enseñan danza y forman parte de una peña propia con más de sesenta alumnos. Se conocieron en 2019 y durante años ocultaron su relación por miedo al qué dirán. Pero con el tiempo decidieron mostrarse tal como son. “No buscamos encajar en la sociedad, nos amamos y listo”, afirman.
“El primer beso fue bailando la zamba del pañuelo. Quedamos descolocados”, recuerdan sobre ese instante en que el folclore se transformó en algo más. Para ellos no importó la diferencia de edad: compartían un amor genuino por la danza, por el folclore, por la música. Y ese punto de contacto se convirtió en el puente que los unió.
Al principio, convivir no fue fácil. Él perdió trabajos, se alejó de su entorno; ella sufrió críticas familiares. Pero decidieron mantenerse juntos: fueron fuertes ante los prejuicios y apostaron por su historia, por su verdad. Alquilaron un pequeño departamento, juntaron una garrafa y una olla, dieron sus primeros pasos de convivencia. Y ese esfuerzo hoy les da frutos: una compañera de vida, una peña, una comunidad de más de sesenta personas que los sigue.
Hoy, cuando alguien les pregunta si son padre e hija, él responde con firmeza: “Podría serlo, pero no”. Esa frase resume algo esencial: el amor no siempre se ajusta a las normas. A veces trasciende edades, prejuicios y expectativas ajenas. Ellos eligieron amar a su manera.