La salida de la planta de lavarropas desató un efecto dominó en el Parque Industrial de Pilar.
El cierre de la fábrica dejó sin empleo a cientos de trabajadores y provocó un golpe inmediato en sus pymes proveedoras. Lo que comenzó como una decisión empresarial aislada se transformó en una cadena de “cierres repentinos” y “despidos inevitables” en empresas que dependían casi por completo de esa producción.
En el sector logístico, una firma que distribuía lavarropas quedó sin actividad y decidió “bajar la persiana”, dejando a la gran mayoría de su personal sin trabajo. Otras pymes que fabricaban piezas y componentes aseguran que no pueden sostener sus líneas, mientras calculan cuántos puestos podrán mantener en las próximas semanas.
Los empresarios del parque describen la situación como “un golpe seco a toda la cadena productiva”, que deja a proveedores sin clientes, a trabajadores sin ingresos y a comercios locales sin consumo. El impacto no sólo se mide en números: se siente en la incertidumbre diaria, en proyectos frenados y en la preocupación creciente por un territorio industrial que había logrado consolidarse y hoy aparece vulnerado.
Lo que ocurre en Pilar ya es observado como un caso testigo de cómo la retirada de una gran empresa puede arrastrar tras de sí a un entramado completo de pequeñas y medianas industrias.