Un dato económico poco habitual volvió a encender señales de alerta sobre el clima de negocios en el país.
La inversión extranjera directa cerró el año con un saldo negativo, una situación que no se registraba desde comienzos de la década del 2000. En términos concretos, salieron más capitales de los que ingresaron, como resultado de ventas de activos, transferencias de control y desinversiones de empresas multinacionales.
El balance refleja un cambio de tendencia en el comportamiento de compañías extranjeras que durante años sostuvieron presencia en sectores clave de la economía. Energía, telecomunicaciones, banca y consumo masivo aparecen entre las actividades donde se registraron operaciones de salida o reducción de participación.
Detrás de estas decisiones empresariales se combinan factores locales e internacionales, entre ellos la incertidumbre macroeconómica, la falta de previsibilidad y la reconfiguración de estrategias globales. Si bien algunos analistas señalan que no se trata de una presión inmediata sobre el mercado cambiario, el dato expone un desafío para la capacidad del país de atraer inversiones de largo plazo.
El saldo negativo marca un quiebre estadístico y deja planteada la necesidad de generar condiciones más estables y competitivas, en un contexto regional donde otras economías continúan captando capital extranjero.