Las nuevas cotizaciones de la divisa exponen la fragilidad de una economía que no consigue reactivar el consumo.
El dólar oficial cotiza cerca de $ 1.430 para la compra y $ 1.480 para la venta, mientras que en la calle —el llamado dólar blue— se consigue alrededor de $ 1.420 para la compra y $ 1.440 para la venta.
Esa estabilidad relativa en la cotización no alcanza a traducirse en alivio para comercios o sectores productivos: las ventas siguen planas y muchos comercios sienten el impacto de una demanda retraída. El dólar no solo condiciona los precios, también actúa como “termómetro de la incertidumbre” para empresas y consumidores.
Por su parte, los salarios no logran sostener el nivel de vida frente al avance de los precios, y continúan “muy por detrás de la suba general de costos”. Esa diferencia erosiona el poder adquisitivo y limita cualquier intento de recuperación del consumo interno.
El cuadro es preocupante: dólares caros, salarios débiles y consumo deprimido. La economía local parece atrapada en una rueda donde la estabilidad cambiaria no se traduce en alivio real. Solo una mejora sostenida del poder adquisitivo o un impulso al consumo podrían modificar ese escenario.