Argentina está al borde. Cada hora que pasa acerca un desenlace que ya nadie se anima a predecir. Lo que comenzó como una sentencia judicial, está a punto de desbordar todos los límites conocidos. Esta vez no se trata solo de política, ni siquiera solo de justicia: es la paz social, es el orden institucional, es la vida misma lo que empieza a correr peligro.
Este miércoles, Comodoro Py será mucho más que un tribunal federal: será el epicentro de un terremoto. Cientos de miles de personas se movilizarán para defender a Cristina Fernández de Kirchner, después de que la Corte Suprema ratificara su condena por corrupción. El peronismo duro, con gobernadores, intendentes, sindicatos y movimientos sociales a la cabeza, juega su última carta en una pulseada que ya no admite zonas grises: o victoria o ruina.
Para el kirchnerismo, lo que se intenta no es justicia, es destrucción. “Nos quieren presa o muerta”, repiten sus dirigentes mientras se organiza una marea humana dispuesta a llegar hasta las puertas mismas del Poder Judicial. El operativo está en marcha. Las caravanas ya viajan. El país contiene la respiración.
Pero mientras la calle se prepara, el miedo gana los despachos oficiales. Los informes de inteligencia son alarmantes. Hablan de posibles enfrentamientos, infiltrados, grupos radicalizados, desborde policial, y, en el peor de los escenarios, de muertes. En la intimidad, algunos funcionarios admiten lo que no se puede decir en público: “si esto estalla, nadie podrá controlar el desenlace”.
La oposición acusa al peronismo de incendiar las instituciones y llevar al país al borde de la insurrección. Los gremios más duros amenazan con paralizar la economía. Y el Gobierno, sin conducción clara, improvisa blindajes y baraja la posibilidad extrema de suspender Comodoro Py para evitar el desastre.
Lo que asoma ya no es simplemente una grieta política. Es una fractura terminal. Es la crisis institucional empujada al extremo. Es el orden democrático oscilando peligrosamente al filo de un abismo del que, quizás, no haya retorno.
Las próximas horas decidirán si Argentina asiste a un acto de resistencia política o presencia el inicio de su noche más larga.
Este miércoles, tal vez, la historia vuelva a escribirse con sangre.