El malestar económico se reconfigura: la falta de trabajo formal y la caída del poder adquisitivo ocupan el centro de las preocupaciones ciudadanas. La inflación retrocede como principal temor.
En un giro notable en la agenda pública, los temores por la desocupación y el encarecimiento de la vida diaria escalonaron hasta convertirse en los principales problemas que inquietan a la sociedad argentina. Así lo revela un informe difundido en mayo por la consultora Casa Tres: la mención al desempleo se disparó del 4% en marzo al 11%, mientras que la preocupación por el costo de vida creció del 3% al 8% durante el mismo período.
Hasta marzo pasado, la inflación ocupaba el primer plano, citada por el 23% de los encuestados, pero para mayo esa cifra se redujo al 5%, un claro desplazamiento del foco hacia el desafío laboral y la presión de los precios cotidianos.
Los datos oficiales del INDEC del primer trimestre de 2025 reflejan el trasfondo de esta preocupación: la tasa de desempleo ascendió a 7,9%, la más alta desde 2021, afectando a cerca de 1,79 millones de personas desocupadas. En el Gran Buenos Aires, ese índice llegó al 9,1%, y la informalidad laboral alcanzó el 42%, con un 36,3% de asalariados sin aportes jubilatorios.
Especialistas advierten que este escenario evidencia una precarización persistente del empleo. Entre enero y marzo creció la proporción de trabajadores por cuenta propia y de asalariados no registrados, pasando de 21,9% a 23,5% y de 35,7% a 36,3% respectivamente. Según el sociólogo Daniel Schteingart, apenas el 46% de los ocupados contaba con empleo registrado, el nivel más bajo desde 2007.
Estos números confluyen con una economía que, si bien creció casi 6,2% en el primer trimestre, no logró revertir la tendencia en el mercado laboral, lo que pinta un panorama de actividad económica sin generación de empleo formal.
¿HAY CAMBIOS EN LA AGENDA ECONÓMICA?
La disminución del énfasis en la inflación puede parecer una buena noticia, pero advierte una complejidad mayor: los argentinos ya no solo temen que los precios sigan creciendo, sino que pierden poder adquisitivo y oportunidades laborales. El desafío no es solo contener los precios, sino recuperar el empleo formal y dignificar las condiciones de vida.
El crecimiento económico, sin una contrapartida en el mercado laboral, es un “estancamiento injusto”: la actividad repunta, pero los beneficios no llegan a la gente. La fuerte informalidad y la dimensión inédita de la preocupación ciudadana por el desempleo deberían encender luces rojas en el gobierno y los sectores empresarios.
Sin estabilizar el empleo, el costo de vida continuará siendo un factor de resistencia para los hogares, profundizando el deterioro del consumo y la consiguiente frenada en la demanda interna.
EN EL FONDO, ¿QUÉ SIGNIFICA ESTO PARA LA VIDA COTIDIANA?
1. Presupuestos más apretados. El aumento de precios y el empleo inestable pegan directamente en el bolsillo: se estima que más de la mitad de los argentinos ya recorta en alimentos u otros gastos básicos.
2. Aumenta el miedo social. La precarización laboral no solo genera preocupación, sino incertidumbre: sin aportes, sin obra social, sin previsibilidad. Afecta tanto a jóvenes iniciando en el mercado como a adultos cuya trayectoria es interrumpida.
3. Clamor por políticas de empleo. Más que pedir paros tarifarios o controles de precios, la ciudadanía exige acciones concretas: generación de empleo formal, acceso a créditos, estímulo a las PYMEs y mayor inversión pública y privada.
¿Y AHORA?
El reciente ascenso de la preocupación por el desempleo y el costo de vida debería reconfigurar el debate público y las prioridades políticas. No alcanza con estabilizar precios: hace falta reactivar el empleo formal y sostener el poder adquisitivo. La economía crece, pero si el trabajo no aparece, los beneficios serán siempre insuficientes. Es un llamado urgente a dirigentes, empresarios y sindicatos para construir una respuesta capaz de consolidar una recuperación inclusiva.