Durante demasiado tiempo, la Av. Tierra del Fuego fue mucho más que una arteria inconclusa: fue el símbolo palpable de un modelo de gestión ausente, sin rumbo ni compromiso con lo esencial. Esta obra fue licitada cuatro veces bajo distintos gobiernos. Cuatro veces se repitió el mismo ciclo: anuncio, licitación, abandono. Entre la burocracia y la corrupción, los vecinos quedaron atrapados en la desidia.
Barro, falta de iluminación, inseguridad y aislamiento. Eso fue lo que recibió, durante años, una zona estratégica de Caleta Olivia por parte de quienes prometieron pero no cumplieron. Y, sin embargo, no hay abandono que sea eterno si hay voluntad de cambiar.
Hoy, esa página gris de nuestra historia empieza a quedar atrás.
La inauguración de la Av. Tierra del Fuego representa mucho más que una obra vial terminada: es el triunfo de la gestión sobre el relato. Es una respuesta concreta para más de 20.000 personas que todos los días transitan entre los barrios Rotary 23, Bicentenario, René Favaloro, Barrio de Dios e Hípico. Es conexión, integración y desarrollo.
Además, se trata de una obra con impacto real: mejora la seguridad vial, acorta distancias, revaloriza la zona y conecta puntos neurálgicos como el Pancho Cerda y distintas instituciones que cumplen roles fundamentales en la vida de los caletenses.
Transformar no es repetir eslóganes, es ejecutar. Es dejar de lado las excusas y entender que la obra pública no puede ser moneda de campaña ni promesa eterna. Hoy, Caleta Olivia tiene una avenida que honra esa premisa: cuando hay decisión, planificación y transparencia, lo que parecía imposible se convierte en una realidad palpable.
La Av. Tierra del Fuego deja de ser una herida abierta y pasa a ser un puente hacia la ciudad que merecemos.
Y eso, sin dudas, también es hacer historia.























