29 julio, 2025 7:41 pm

UNA PELIGROSA PELEA EN LA CIMA DEL GOBIERNO

La ruptura pública entre Milei y Villarruel se convierte en una crisis institucional sin precedentes, con una vicepresidenta que gana centralidad política y desafía el liderazgo presidencial.

La tensión acumulada durante meses explotó en el corazón del poder. La relación entre el presidente Javier Milei y su vicepresidenta Victoria Villarruel estalló de forma definitiva. Lo que parecía una divergencia táctica se transformó en una ruptura política estructural, que deja al Gobierno dividido, sin rumbo claro y con el riesgo real de una parálisis institucional.

El epicentro fue el Senado: presidido por Villarruel, dio luz verde a un paquete de leyes que amplía el gasto social, restituye la moratoria previsional y transfiere fondos a provincias. No fue solo una concesión legislativa. Fue una decisión de poder. Villarruel no solo desafió la estrategia fiscal de Milei, sino que lo hizo con respaldo transversal de los bloques provinciales, peronistas y radicales.

UNA LÍDER EMERGENTE EN LA CÚSPIDE DEL PODER

Victoria Villarruel ya no es solo una figura institucional: es, en los hechos, una alternativa política dentro del propio oficialismo. Su liderazgo, de perfil conservador, moderado y anclado en la legalidad parlamentaria, contrasta con el personalismo extremo y el discurso apocalíptico del presidente.

Mientras Milei lanza agravios (“traidora”, “funcional a la casta”, “opositora infiltrada”), Villarruel responde con solvencia: le reprocha “infantilismo”, gasto excesivo en viajes y espionaje, y lo desafía con una frase de alto voltaje:

“Si yo fuera desleal, ya habría aprovechado lo que sé”

No fue una amenaza. Fue una advertencia.

Desde hace semanas, Villarruel mantiene diálogo fluido con gobernadores, referentes legislativos e incluso sectores de las Fuerzas Armadas. En los pasillos del Congreso la llaman, sin ironía, “la reserva republicana del Gobierno”.

CRISIS ABIERTA, GOBIERNO ROTO

La escena institucional es inédita desde la recuperación democrática:

Un presidente sin apoyo parlamentario ni control sobre su vice.

Una vicepresidenta que articula consensos, construye legitimidad propia y marca la agenda.

Un Congreso que encuentra en Villarruel una interlocutora que escucha, negocia y habilita soluciones.

La ruptura no es solo simbólica. El Ejecutivo quedó fracturado en dos cabezas: una en la Casa Rosada, aislada y confrontativa; otra en el Senado, moderada y dialoguista. La lógica binaria del mileísmo (“o estás conmigo o sos casta”) ya no funciona ni puertas adentro.

¿UNA PRESIDENTA EN SOMBRA?

Aunque públicamente no lo admite, Villarruel ya ejerce como un polo de poder independiente. Su perfil —disciplinado, silencioso y legalista— le permitió construir un espacio que hoy agrupa a gobernadores, intendentes y legisladores hastiados de los excesos de Milei.

Para muchos dentro y fuera del sistema, Villarruel representa hoy lo que Milei ya no puede ofrecer: institucionalidad, previsibilidad y diálogo.

¿Y AHORA QUÉ?

“Lo que estamos viendo no es una pelea entre dos dirigentes. Es el fin práctico del binomio presidencial”, sintetiza un senador radical.

“Villarruel tiene espalda institucional y política para asumir un nuevo rol. No quiere voltear al presidente. Pero tampoco va a callarse ni a ser cómplice.”

El riesgo es claro: sin cohesión interna ni capacidad de negociación, el gobierno puede quedar inmovilizado. A medida que crece la centralidad de Villarruel, Milei se encierra más en su núcleo de lealtades digitales, sin interlocutores reales en el Congreso ni en las provincias.

UNA FRACTURA QUE REDIBUJA EL PODER

En menos de una semana, la Argentina pasó de una tensión subterránea a un escenario donde el equilibrio constitucional se tensiona al límite. Villarruel no se postula. No desafía formalmente. Pero ya ocupa, en los hechos, un lugar que el presidente dejó vacío: el de garante institucional del régimen democrático.

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