Gobiernos, la ONU y organizaciones humanitarias han condenado el sistema implementado por la Gaza Humanitarian Foundation (GHF), señalando que ha reducido drásticamente la asistencia humanitaria y elevado el riesgo de incidentes mortales entre la población civil.
“No conseguí nada y salí corriendo. Había muchos niños, mujeres y ancianos. Vi unos quince cadáveres”, relató Ahmad Tareq al-Dahoudi, uno de los palestinos que intentó obtener alimentos en un centro de distribución de la GHF.
En medio de multitudes que se agolpan frente a alambradas, la entrega de comida se ha convertido en un escenario de violencia, muerte y descontrol. La distribución, ahora bajo control de la GHF y respaldada por el gobierno israelí, reemplazó al programa previo coordinado por la ONU. Desde su implementación hace dos meses, cientos de personas han muerto y muchas más han resultado heridas en los puntos de entrega, según autoridades sanitarias locales.
El ejército israelí reconoce haber disparado contra multitudes que se acercaban demasiado a sus tropas, aunque disputa las cifras de víctimas informadas por los gazatíes.
El nuevo sistema fue diseñado por un grupo de reservistas y empresarios israelíes, tras once semanas de bloqueo a los envíos de alimentos que vaciaron los depósitos de ayuda y dispararon el riesgo de hambruna. La GHF, registrada en Delaware y dirigida por el estadounidense Johnnie Moore, opera principalmente en el sur de Gaza con el objetivo de asistir a un millón de personas. La seguridad está a cargo de Safe Reach Solutions, una empresa fundada en Wyoming cuyos contratistas intentan contener las tensiones con recursos limitados.
La sustitución del sistema anterior, que incluía más de 400 puntos de distribución administrados por la ONU y ONG, provocó una caída abrupta en el volumen de ayuda disponible. La demanda supera ampliamente la capacidad operativa de la GHF, lo que genera avalanchas, caos y violencia.
“Las multitudes son enormes y las cantidades diminutas. Lo que consigo dura un día o dos, como mucho”, afirmó Jameel al-Nahhal, joven de 21 años en Rafah.
A diferencia del sistema anterior, que evitaba la presencia militar en los sitios de entrega, la GHF opera bajo la protección directa del ejército israelí, lo que provoca que civiles desesperados se acerquen a zonas fuertemente militarizadas. Soldados entrevistados reconocieron haber disparado rifles, ametralladoras e incluso artillería cuando las multitudes se desviaban de las rutas marcadas o intentaban acortar camino.
“Cuando unas mil quinientas o dos mil personas pasan por una entrada muy pequeña, todos estresados y empujando, se recurre a disparos de advertencia. O cuando cruzan cierto límite, se dispara”, explicó un militar israelí.
“Si se acercan demasiado y ves que pueden poner en riesgo a tu equipo, no asumís ese riesgo”, agregó otro reservista.
Incluso se han reportado disparos contra personas que portaban banderas blancas y se desviaron de la ruta aprobada, según testigos.
La violencia no se limita a los centros de la GHF. El domingo pasado, decenas de palestinos murieron o resultaron heridos al intentar acceder a ayuda que ingresaba desde Israel al norte de Gaza. El ejército reconoció haber efectuado “disparos de advertencia”, aunque cuestionó el número de víctimas reportadas.
Más de 20 gobiernos, junto a la ONU y organizaciones internacionales, han condenado el nuevo sistema, calificándolo de menos eficaz y más riesgoso que el anterior. La Unión Europea ha advertido que podría reducir sus relaciones diplomáticas con Israel si no se garantiza el acceso seguro y equitativo a la ayuda humanitaria. Paralelamente, el primer ministro Benjamin Netanyahu y el exministro Yoav Gallant enfrentan acusaciones ante la Corte Penal Internacional por el presunto uso del hambre como arma de guerra.
El programa también ha generado fricciones entre la GHF y el ejército israelí, que se acusan mutuamente del desorden en los centros. Tras una estampida mortal en Khan Younis, la GHF asumió el control de la seguridad, desplazando a las tropas, aunque no está claro si esto se ha replicado en otros sitios.
Un video verificado por investigadores independientes mostró tanques disparando y civiles huyendo entre gritos cerca de otro centro de distribución. La inseguridad y la falta de información sobre los puntos operativos dificultan aún más el acceso a la ayuda. La GHF intentó implementar un sistema de banderas: rojo para cerrado, verde para abierto. Sin embargo, en algunos sitios la bandera permanecía roja mientras la tensión en la multitud crecía.
Los paquetes de alimentos suelen incluir harina, arroz, aceite, legumbres, té, pasta, azúcar y galletas, pero rara vez contienen proteínas animales. Según la ONU, el 10% de los niños evaluados en sus centros presenta desnutrición. El Programa Mundial de Alimentos estima que decenas de miles requieren tratamiento nutricional urgente.
El financiamiento del programa es opaco. Algunos países y ONG se han negado a colaborar. En junio, el Departamento de Estado de EE.UU. aprobó una ayuda de 30 millones de dólares para la GHF, pero los fondos aún no han sido entregados.
La fundación ha denunciado que Hamas ha saboteado el programa. Según GHF, al menos ocho trabajadores palestinos fueron asesinados por el grupo, y dos contratistas estadounidenses resultaron heridos por granadas en incidentes recientes. Hamas ha amenazado a quienes colaboran con la GHF y exige, como condición en las negociaciones de alto el fuego, la eliminación del programa y el retorno del sistema coordinado por la ONU.
El primer día del programa, decenas de miles de gazatíes irrumpieron en el sitio de Khan Younis tras el colapso de una puerta, obligando a los 40 contratistas de seguridad a retirarse. La multitud saqueó desde vallas hasta generadores. Como consecuencia, el ejército estableció una “línea roja” a 1,6 kilómetros del centro, lo que derivó en enfrentamientos al amanecer entre civiles y fuerzas armadas.
Días después, al menos 20 personas murieron en el mismo lugar durante una estampida. Los contratistas de seguridad usaron gas pimienta para intentar dispersar a la multitud. A pesar de los hechos, la GHF insiste en que es la única organización que distribuye alimentos de forma sostenida en Gaza, y que la masiva concurrencia a sus centros lo confirma.
La presión internacional y el descontento local aumentan, mientras la población de Gaza enfrenta una creciente escasez de alimentos. La GHF ha solicitado reiteradamente al ejército que mejore las medidas de seguridad, y se anunció un plan para instalar señalizaciones y barreras para reducir la fricción con la población. Sin embargo, durante una reciente visita de observadores internacionales, no se detectaron avances significativos.
Israel ha anunciado que planea ampliar el número de centros de distribución, aunque no ha precisado fechas ni ubicaciones. Por ahora, los cuatro puntos actuales no abren de forma regular y la distribución, cuando ocurre, suele ser caótica: los alimentos se agotan en minutos y los disturbios son frecuentes.
En las negociaciones de alto el fuego, una de las exigencias clave de Hamas es el fin del programa de la GHF y el retorno del sistema gestionado por la ONU.