24 agosto, 2025 12:31 pm

STURZENEGGER, SIN FILTRO: UN MOMENTO INCÓMODO CON CRÍTICAS A SINDICATOS Y EMPRESARIOS

En su exposición ante empresarios en el Council of the Americas, el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, encendió la sala con afirmaciones duras contra la “casta” y alertas sobre frenos legislativos, mientras protagonizaba un instante inesperado con un empresario que respondió “No va a suceder”.

El 21 de agosto de 2025, Federico Sturzenegger, ministro de Desregulación y Transformación del Estado, sacudió el auditorio del hotel Alvear de Recoleta durante una charla organizada por el Council of the Americas. Vestido con traje sin corbata y un distintivo pin de motosierra, su presencia fue tan llamativa como su discurso: una embestida frontal contra privilegios judiciales, gremiales y empresariales, y una advertencia clara ante posibles frenos legislativos que amenazarían su agenda reformista. El momento más viral ocurrió cuando, en respuesta al Ministro, un empresario le salió con un seco “No va a suceder”, a lo que Sturzenegger replicó: “Bueno, la casta se defiende con uñas y dientes”.

El atuendo de Sturzenegger –sin corbata, traje azul y el pin de motosierra en la solapa– fue una puesta en escena deliberada, que reflejó el espíritu disruptivo de su gestión y del gobierno de Javier Milei. Ese símbolo, lejos de ser un adorno trivial, sintetizaba su lucha contra lo establecido. El funcionario apuntó a los “privilegios judiciales, gremiales y empresariales” como obstáculos al orden institucional y económico. Su frase “la casta se defiende con uñas y dientes” expuso una visión combativa, en línea con la narrativa de reforma radical que sostiene el oficialismo.

Mientras criticaba duramente las resistencias de distintos sectores, un empresario lo interrumpió con un escueto “No va a suceder”. Aquellas palabras, aparentemente casuales, reflejaron el rechazo que enfrenta su programa incluso dentro del mismo empresariado. Ese intercambio, lejos de ser anecdótico, expuso la desconfianza de sectores privados hacia reformas que podrían alterar intereses enquistados. La frase sonó como una muralla retórica frente al impulso revolucionario proclamado por el ministro.

En su discurso, Sturzenegger lamentó que el Senado estuviera votando para derogar varios decretos de necesidad y urgencia (DNU), instrumentos que habían permitido avanzar sin pasar por el Congreso. Esto, para él, es una traba directa al modelo de “revolución institucional” que aspira a liderar. El ministro reivindicó ese término frente a otras formas de transformación: no se trata de destrucción caótica, sino de reformar profundamente desde adentro, lo cual supone tensiones con estructuras arraigadas. Allí radica uno de los dilemas centrales: cómo avanzar sin desbordar los límites del sistema democrático.

Su biografía lo respalda como uno de los economistas más influyentes de su generación. Graduado en Economía en la Universidad Nacional de La Plata y doctor en el MIT, Sturzenegger fue presidente del Banco Ciudad, diputado nacional y presidente del Banco Central durante la gestión de Mauricio Macri. Desde julio de 2024 ocupa el cargo creado por Javier Milei como ministro de Desregulación y Transformación del Estado, con mandato para implementar la propuesta “Deróguese”, que le permitió avanzar por decreto en cambios estructurales. Entre sus acciones más controvertidas se cuentan la disolución de organismos como AFIP, Vialidad y ENOHSA, así como fusiones o eliminaciones de entes regulatorios, generando tanto elogios por ahorro como críticas por debilitar controles. En medio de esos cambios, se le cuestionó la relación entre desregulación y el caso del fentanilo adulterado que causó múltiples muertes, un episodio que abrió debates sobre los costos sociales de las reformas.

El contexto económico actual también explica la carga simbólica de su mensaje. Nicolás Dujovne, exministro de Hacienda, proyectó que si Argentina logra crecer en 2026 tras la recuperación prevista en 2025, se produciría un verdadero “giro copernicano”. A su vez, empresarios como Martín Rappallini advierten que no se puede “ordenar la macro” sin reparar la microeconomía, reclamando alivio fiscal e incentivos a la industria. La tensión entre la visión disruptiva del Gobierno y las necesidades concretas del empresariado atraviesa todo el debate.

La gestión Sturzenegger-Milei busca reconfigurar el Estado con velocidad, autoridad e impacto simbólico. El pin de motosierra representa esa voluntad de cortar estructuras, respaldada por el Poder Ejecutivo y facultades extraordinarias. Pero el uso intensivo de DNU ha generado un choque frontal con el Congreso. La conflagración entre herramientas ejecutivas fuertes y frenos legislativos es el punto de inflexión de esta puja institucional. Los recortes y disoluciones de organismos podrían implicar ahorros considerables, pero también debilitar control social, regulatorio y de salud. El caso del fentanilo sugiere que la desregulación puede tener costos graves si no se implementa con responsabilidad.

El empresariado, por su parte, aparece dividido entre quienes valoran la iniciativa y quienes desconfían de su viabilidad. El empresario que interrumpió a Sturzenegger ilustró esa tensión: no todos confían en que el discurso llegue a la realidad o que las reformas no se reviertan con el tiempo. El sector busca garantías, no solo confrontación retórica. Y la política económica, para ser sostenible, deberá demostrar que los cambios no son solo símbolos.

El desafío del Gobierno es lograr que la economía crezca en 2025 y 2026 como auguran los economistas. Ese clima de expansión podría legitimar parte de las reformas. Pero el éxito requiere resultados concretos: inversión, empleo y previsibilidad. En caso contrario, la narrativa de “revolución anti-casta” quedará atrapada en gestos de alto voltaje, sin traducirse en mejoras palpables.

En conclusión, el discurso sin filtro de Federico Sturzenegger ilustra un punto de inflexión para la política argentina: una confrontación consciente con lo establecido, impulsada desde el poder ejecutivo, sostenida por una narrativa de ruptura y urgencia institucional. El incidente con el empresario fue más que una anécdota: fue una señal del camino complejo por delante. Desde el Congreso hasta el empresariado, muchos muestran resistencia. El desafío será consolidar la reforma sin sobrepasar los límites sociales y políticos de tolerancia. En un contexto de fragilidad institucional y desequilibrios económicos crónicos, el éxito de esta “revolución anti-casta” dependerá menos del gesto simbólico que de resultados palpables y consensos sostenibles.

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