En Olivos, Javier Milei arengó a su tropa en clave bíblica y sin celulares. El intento de mostrarse más cercano fracasó, mientras crece la tensión interna y se multiplican los blindajes sobre los leales.
Más de setenta dirigentes libertarios llegaron el jueves al quincho de la quinta presidencial. Antes de ingresar, les retiraron los teléfonos y los guardaron en bolsas numeradas: tres horas de desconexión total. La consigna era clara: confidencialidad absoluta. Entre los presentes había candidatos de todas las provincias, asesores, funcionarios y comunicadores que orbitan el universo oficialista. La mayoría veía por primera vez de cerca al Presidente.
Javier Milei se ubicó frente a un atril y arrancó un discurso de más de hora y media. Se mostró como conductor de la campaña nacional, convencido de que su propia figura es el único motor capaz de recuperar la popularidad perdida. Lo paradójico: justo cuando intentó romper el aislamiento y ponerse al frente, los mercados se derrumbaron y el Banco Central debió vender 379 millones de dólares para frenar la corrida. Los invitados se enteraron recién al salir, cuando recuperaron sus teléfonos.
El encuentro estaba pensado como una inyección de ánimo. Asistieron referentes seleccionados por Milei, entre ellos Patricia Bullrich, Luis Petri, José Luis Espert y Agustín Monteverde, además de actrices y candidatos poco conocidos del interior. Muchos esperaban la selfie protocolar con el Presidente, pero la prohibición de celulares frustró el gesto.
La arenga presidencial tuvo pasajes de tono religioso. Se presentó como un guía que lucha contra fuerzas oscuras y llamó a la militancia a sostener el rumbo sin desviarse. Pero lo que pretendía ser un gesto de cercanía terminó reforzando la distancia: el formato solemne, sin interacción y con estrictas reglas, dejó más dudas que certezas.
Mientras tanto, el Gobierno mantiene un cerrojo sobre figuras cuestionadas de su círculo íntimo. La protección a Eduardo “Lule” Menem, operador todoterreno del oficialismo, es una de las señales más claras de que en la mesa chica de los Milei los tabúes no se tocan. Karina, la hermana del Presidente, sigue siendo la administradora de ese núcleo cerrado.
En las horas más críticas, la estrategia elegida no fue recalcular ni abrir el juego, sino reafirmar la conducción personalista y blindar a los aliados más cercanos. El mensaje, hacia adentro y hacia afuera, fue inequívoco: no habrá concesiones ni cambios de rumbo, aun cuando la presión política y económica se intensifique.