¿Puede el Kirchnerismo prometer que volviendo es capaz de resolver el problema del agua en Caleta Olivia?
La elección del 27 de octubre dejó una lectura incómoda para muchos espacios políticos, incluso en medio de un ajuste severo, una porción importante del electorado volvió a respaldar al oficialismo nacional. No fue un voto militante ni entusiasta. Fue, más bien, un voto en silencio, de quienes cansados de los excesos del pasado, priorizan la estabilidad sobre la épica.
En Santa Cruz, ese fenómeno tuvo una traducción particular. La provincia atraviesa semanas marcadas por paros constantes sobre todo en el sistema educativo. Las clases perdidas se acumulan, y detrás del reclamo salarial se esconde un cansancio social que excede lo económico, madres y padres que no saben si sus hijos tendrán clases, jóvenes que sienten que el esfuerzo no alcanza.
Mientras tanto, una parte de la sociedad comienza a desconectarse del conflicto. No lo celebra ni lo combate, simplemente lo tolera en silencio, como si ya no esperara soluciones desde la política. Ese es el mismo voto que no se expresa en redes, que no levanta banderas, pero que el domingo eligió continuidad.
El discurso kirchnerista, que durante años se sostuvo sobre la confrontación con el poder central y la promesa de un Estado protector, ya no logra conectar con ese ciudadano. Hoy, en Santa Cruz como en gran parte del país, se impone un sentimiento de fatiga.
Y en ese contexto, el ajuste deja de ser una amenaza y se transforma, paradójicamente, en una expectativa. El ciudadano prefiere un presente difícil con horizonte, antes que volver a un pasado que ya no cree posible recuperar. Sino quien puede creer por ejemplo que en Caleta Olivia el Kirchnerismo puede resolver en una nueva etapa el problema del agua, problema que ya lleva más de 50 años sin respuestas definitivas.